_
_
_
_
Crítica:PISTAS GASTRONÓMICAS | LA BUENA VIDA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Desde el corral hasta la mesa

José Carlos Capel

Los jóvenes Erika Feldman e Ignacio González-Haba poseen en explotación una finca en el pueblo toledano de Oropesa donde crían gallinas de corral y engordan pichones. Aves diminutas de grano, de sabor suculento, que se preparan con dos cocciones y se han convertido en uno de los platos estrella de este nuevo restaurante madrileño, Montana. La otra gran especialidad son los huevos de corral, de la misma procedencia, que se sirven estrellados sobre patatas y cebollitas. Dos lujos que pone a punto el cocinero Oliver Vázquez, joven profesional que también demuestra su valía en otras preparaciones que pueden degustarse en el mismo local. Vale la pena empezar con las croquetas de carabineros, o con los quesos de oveja y cabra en porciones rebozados y fritos. Las alcachofas con cardos y espárragos trigueros dan la talla, y las gambas salteadas con setas tienen bastante gracia. Lamentablemente, no llegan a entusiasmar las carnes de la misma manera: el solomillo de buey, bastante tierno, tiene regusto a cámara, y las albóndigas de vacuno se presentan demasiado secas. Para terminar, de postre, frambuesas en almíbar o buñuelos de chocolate, ambos de preparación casera. La bodega es escueta y da para salir del paso. Particular interés tiene el menú Montana, que se tarifa a 21,64 euros (3.600 pesetas), IVA aparte.

MONTANA

Lagasca, 5. Madrid.

Teléfono: 914 35 99 01.

Cierra: domingos.

Precio: entre 30 y 36 euros (5.000 a 6.000 pesetas).

Le sobran méritos y reconocimientos a este hostal y restaurante de carretera, que desde hace muchos años atiende a centenares de clientes diarios: el Landa, a las puertas de la ciudad de Burgos. A la amabilidad y profesionalidad de su servicio hay que sumar la confortabilidad de su ambiente y una calidad que sobrevive a las constantes aglomeraciones a que se ve sometido por el flujo de vehículos de la carretera nacional I (Madrid-Burgos). Al margen del restaurante, que se mantiene en una línea media discreta, lo más interesante es su famosa barra. Se trata de un lugar rodeado de pequeñas mesas en las que igual se puede desayunar que merendar, tomar el aperitivo o comer y cenar de una manera más informal a base de raciones diversas. De entre ellas, están bien las croquetas de jamón; resulta también muy agradable el queso manchego en porciones; son suculentos los pepitos de ternera y deliciosos los huevos fritos con morcilla de Burgos, un embutido que también se vende para llevar a casa. Llama la atención la oferta de bollería, bastante cuidada. Los suizos, las caracolas, las pastas y, especialmente, los cruasanes tienen todos ellos una finura poco frecuente. Lo mismo que los canutillos rellenos de crema, un postre insoslayable en una visita al Landa. El café es bueno y las infusiones no decepcionan. Para beber, dispone de una bodega bien pertrechada de marcas.Los jóvenes Erika Feldman e Ignacio González-Haba poseen en explotación una finca en el pueblo toledano de Oropesa donde crían gallinas de corral y engordan pichones. Aves diminutas de grano, de sabor suculento, que se preparan con dos cocciones y se han convertido en uno de los platos estrella de este nuevo restaurante madrileño, Montana. La otra gran especialidad son los huevos de corral, de la misma procedencia, que se sirven estrellados sobre patatas y cebollitas. Dos lujos que pone a punto el cocinero Oliver Vázquez, joven profesional que también demuestra su valía en otras preparaciones que pueden degustarse en el mismo local. Vale la pena empezar con las croquetas de carabineros, o con los quesos de oveja y cabra en porciones rebozados y fritos. Las alcachofas con cardos y espárragos trigueros dan la talla, y las gambas salteadas con setas tienen bastante gracia. Lamentablemente, no llegan a entusiasmar las carnes de la misma manera: el solomillo de buey, bastante tierno, tiene regusto a cámara, y las albóndigas de vacuno se presentan demasiado secas. Para terminar, de postre, frambuesas en almíbar o buñuelos de chocolate, ambos de preparación casera. La bodega es escueta y da para salir del paso. Particular interés tiene el menú Montana, que se tarifa a 21,64 euros (3.600 pesetas), IVA aparte.

Le sobran méritos y reconocimientos a este hostal y restaurante de carretera, que desde hace muchos años atiende a centenares de clientes diarios: el Landa, a las puertas de la ciudad de Burgos. A la amabilidad y profesionalidad de su servicio hay que sumar la confortabilidad de su ambiente y una calidad que sobrevive a las constantes aglomeraciones a que se ve sometido por el flujo de vehículos de la carretera nacional I (Madrid-Burgos). Al margen del restaurante, que se mantiene en una línea media discreta, lo más interesante es su famosa barra. Se trata de un lugar rodeado de pequeñas mesas en las que igual se puede desayunar que merendar, tomar el aperitivo o comer y cenar de una manera más informal a base de raciones diversas. De entre ellas, están bien las croquetas de jamón; resulta también muy agradable el queso manchego en porciones; son suculentos los pepitos de ternera y deliciosos los huevos fritos con morcilla de Burgos, un embutido que también se vende para llevar a casa. Llama la atención la oferta de bollería, bastante cuidada. Los suizos, las caracolas, las pastas y, especialmente, los cruasanes tienen todos ellos una finura poco frecuente. Lo mismo que los canutillos rellenos de crema, un postre insoslayable en una visita al Landa. El café es bueno y las infusiones no decepcionan. Para beber, dispone de una bodega bien pertrechada de marcas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_