'Si generalmente no se confía en los jóvenes, menos en mi trabajo'
Ejerce la profesión con menos oferta de puestos en Euskadi, después de la de lehendakari. Inmaculada Sarachaga (Amurrio, 1972) es directora de orquesta con todo lo que ello conlleva: el clamor del público de teatros y auditorios tras una interpretación del instrumento musical más complejo que existe y la soledad de los viajes y estudios por el mundo en busca de una plaza fija. Hoy actúa en el Teatro Principal de Vitoria al frente de la Orquesta Sinfónica de Bielorrusia.
La presencia de esta alavesa en su tierra ha llegado de la mano del Ayuntamiento de Vitoria. 'Me brindó la oportunidad de dirigir una orquesta en el Teatro Principal, en un momento en el que fuera posible para mi agenda y la de una formación que estuviera dentro de mis expectativas'.
'Las cualidades artísticas son las que hacen bueno o malo a un director'
Hay que tener en cuenta que Sarachaga ha dirigido a la Orquesta Sinfónica de Israel y en abril va a grabar un CD de obras de Joaquín Turina, muchas de ellas inéditas, con la London Simphony Orchestra y el pianista Joaquín Achúcarro.
Todo ello es fruto de su relación con sir Colin Davis, uno de los mejores directores del mundo, con quien estudió gracias a una beca de la Diputación de Álava después de superar todos los estudios musicales en España. 'Recuerdo cuando fui donde Colin Davis para pedirle si podía estudiar con él. Su primera impresión fue de incredulidad: '¿Pero eres directora de orquesta con título?' Y es que no tenía canas. Si generalmente no se confía mucho en los jóvenes, menos en mi trabajo', recuerda.
'Estoy encantada de dirigir aquí porque el mundo de mi profesión es muy difícil', reconoce quien desde niña tenía claro que lo suyo no era ni la viola ni el piano (los instrumentos que domina), sino la dirección de orquesta. 'Un director de orquesta no tiene su instrumento en casa, ni puede organizar un concierto como lo hace un solista o una pequeña formación de cámara'. Para confirmar sus palabras sólo hay que imaginarse la organización de este concierto: 'Una empresa complicada la de movilizar a un grupo de 77 músicos desde Bielorrusia, en autobús, en plenas navidades'.
Su trayectoria es similar en todo aquel que quiere tomar la batuta. Es muy difícil crear la infraestructura necesaria para estas formaciones, y luego está la circunstancia inevitable de que para cada orquesta sólo hay un director, aparte de que haya una invitación especial. 'En el País Vasco, por ejemplo, hay dos orquestas sinfónicas, luego dos directores. El resto nos tenemos que buscar la vida en otros lugares. Pero siendo un buen profesional, acabas entrando en el circuito', dice.
Ahora está preparando su tesis doctoral en la Universidad de Nueva York, un trabajo novedoso en España sobre la sistematización de los estudios técnicos del director de orquesta. 'La técnica es imprescindible, es lo único que se enseña. Todo director de orquesta debe tener una técnica depurada para que no haya problemas en la lectura de la obra. Otro apartado es el artístico, en donde se define al buen o al mal director. Por eso, hay cinco versiones de la Quinta de Beethoven u ocho de la Cuarta de Tchaikovsky', explica quien sigue un aprendizaje continuo con los mejores, como Zubin Mehta o Ricardo Muti.
Y luego está la orquesta. 'Dirigir la Filarmónica de Israel es un placer; con un gesto basta para que los músicos sepan lo que quieres. Todo surge a primera vista, aparentemente sin esfuerzo. Esto se comprueba cuando diriges a una formación que no está a gusto o es de mala calidad: la progresión es nula por mucha autoridad que se muestre'.
La Orquesta de Bielorrusia es una buena formación. 'El programa lo he elegido con mucho cariño pensando en el público de Vitoria. 'Comienza con el Carnaval de Dvorak, una auténtica apoteosis de la danza; luego llegará Puccini, con una obra de juventud, y la primera parte acaba con las Danzas húngaras de Brahms'. El concierto se completa con la Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky.
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