El proyecto autónomo del PSOE

El editorial del día 24 titulada 'Socialismo vasco', como por lo demás la mayoría de la información publicada en EL PAÍS sobre la dimisión de Nicolás Redondo, pasa por alto datos que, casualmente, son los más relevantes para entender qué pasa en el País Vasco y en el PSE, y el porqué de la colaboración de éste con el PP para exigir al nacionalismo que respete las reglas de juego más elementales, pues no se trata de otra cosa. Uno: en las pasadas elecciones, el PSE con la línea de Nicolás Redondo consiguió muy buenos resultados, invirtiendo la tendencia a la baja de los últimos lustros. Dos: el PSE no ha conseguido todavía sustituir a los cinco concejales dimisionarios de Zumárraga, población que gobernaba hasta el pacto entre PNV y ETA, que sigue vigente en los ayuntamientos. Tres: ETA ha admitido por escrito el daño que le hizo y hace el acuerdo antiterrorista y la colaboración PSE-PP en el País Vasco. ¿Importan estas cosas en Ferraz? ¿Ganar en votos y cambiar la tendencia a la baja por otra al ascenso es un fracaso político? ¿Representar a la mayoría del electorado propio, asqueado de opresión abertzale, era apartarse de la línea tradicional correcta? ¿Da igual que en las próximas elecciones municipales no haya candidaturas socialistas en pueblos donde, como Zumárraga, hasta hace pocos años el socialista era el partido más votado? Finalmente, ¿cabe hablar de 'proyecto autónomo del PSE' cuando Ferraz impone para el próximo congreso extraordinario un documento de debate, que escribirá José Blanco, borrando de un plumazo los de Eguiguren y Redondo? A propósito de la política vasca, decía el difunto Julio Caro Baroja que le desesperaba la falta de sentido común, el encontrar tantos locos en el País Vasco y tantos tontos en Madrid (y viceversa, claro). Parece que esta línea tradicional no ha cambiado. Pero no es correcta.