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Reportaje:EMBALSE DE ROSARITO | EXCURSIONES

El espejo de Almanzor

Miles de aves acuáticas pululan en esta presa del río Tiétar, donde se reflejan las cumbres de Gredos

La presa de Rosarito se levanta en el curso medio, tirando a alto, del río Tiétar, a caballo entre los municipios de Candeleda (Ávila) y Las Ventas de San Julián (Toledo), y a poco más de un kilóme-tro, aguas arriba, de Madrigal de la Vera (Cáceres). De modo que el excursionista, acodado como está en su pretil, puede decir que tiene un pie en Castilla y León, otro en Castilla-La Mancha y otro en Extremadura. Esta tercera pierna, de kilómetro y pico de longitud, es, claro está, una apoyatura imaginaria, pues en otro caso el excursionista sería un trípode viviente, un prodigio de la naturaleza.

Un prodigio nada imaginario es la abundancia piscícola del em-balse de Rosarito, que es lo que está admirando el excursionista acodado en el pretil de la presa. El excursionista sabe tanto de pesca como de física cuántica, pero advierte cómo los pescadores cobran piezas sin parar y cómo incluso, cuando echan un sedal con dos anzuelos, les pican a pares.

En la zona se unen Castilla y León, Castilla-la Mancha y Extremadura

Lo que más hay, según le dicen, son barbos y Blases, o sea, basses, o sea, percas. El excursionista piensa que, sobre ser muy rico en peces, el embalse está muy bajo, y esto es un poco como cuando Felipe II mandaba desaguar los estanques de El Pardo para poder pescar capazos. Pero el excursionista no lo verbaliza, porque, como buen mirón, es de piedra.

Sea como fuere, esta bonanza piscatoria no sólo atrae a propios, sino a multitud de extraños que vienen todos los inviernos desde lejanos países. Son negros, duchos buceadores y, a pesar de que no pasan del metro, se llaman grandes, cormoranes grandes. Cientos de ellos -hasta 2.000 se han llegado a contar aquí- se están secando ahora mismo, con las alas extendidas al sol, en la orilla norte, la más cercana a la presa, sin importarles mucho la proximidad del excursionista y de los pescadores implumes. Comparado con los acantilados hiperbóreos donde crían, Rosarito debe de parecer-les una playa caribeña y, bien pensado, hasta tiene nombre de eso.

La orilla meridional, la más alejada de la presa y de la carretera, es, en cambio, la preferida de aves invernantes menos confiadas como la grulla, enorme zancuda -hasta 140 centímetros- que en cuanto ve al hombre levanta el poderoso vuelo, con el largo cuello estirado, y pone el grito en el cielo -ese potente gruh-gruh-gruh, que le ha dado nombre por vía de onomatopeya-. Anuncio más alto y claro de la Navidad no lo hay en España, ni siquiera el de Penélope volando a parrancas sobre un botellón de cava.

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Para acercarse a esta apartada orilla, el excursionista busca, en la carretera de Madrigal a Oropesa, una pista de tierra que nace junto a1 kilómetro cuatro y el acceso asfaltado al cámping Rosarito, y se echa a andar por ella entre luminosas dehesas de robles melojos y luego de alcornoques y encinas, dehesas donde pacen rebaños de ovejas y merodean rapaces mil, incluidas las rarísimas águilas imperiales y los elanios azules.

En media hora, y a la vista ya del embalse, el excursionista arriba a una bifurcación en la que opta por el ramal de la derecha, para seguir en lo sucesivo el murete del reculaje. Incluso ahora, que el embalse está al mínimo, pululan por doquier grullas, garzas, somormujos, limícolas, anátidas y gaviotas, cuyo bullicio le recuerda al excursionista mares... ¡tan lejanos! No recuerda, sin embargo, nada que compararse pueda con la cima más alta de Gredos, el Almanzor, proyectando la inmensidad de sus 2.591 metros sobre estas aguas, que sólo están a 310; y se le ocurre que, al igual que al circo de Gredos le dicen (o dijeron) Plaza del Moro Almanzor, a este embalse le cuadraría titularse el espejo de Almanzor.

A dos horas del comienzo, el excursionista alcanza en su pasear por la orilla sur la desembocadura del arroyo del Puente, poco antes de llegar a las fincas particulares Casa de Cañadillas y Casa del Moracho, y decide regresar por el mismo camino.

Embalse de Rosarito, en el curso medio del río Tiétar.
Embalse de Rosarito, en el curso medio del río Tiétar.A. C.

Un paseo de cuatro horas muy llano

- Dónde. El embalse de Rosarito se halla en el extremo noroccidental de Toledo, linda con Ávila, y dista 170 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Extremadura (N-V) hasta Oropesa (salida 148) y continuando por la CM-5102 hacia Madrigal de la Vera. Nada más pasar el indicador del kilómetro 4, sale a la derecha la pista de tierra que lleva a la orilla meridional del embalse. - Cuándo. Ruta de cuatro horas -12 kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino-, absolutamente llana y con una dificultad baja, que se recomienda al excurisonista en invierno por ser ésta la época en la que avistaremos mayor número de aves acuáticas. Al no presentar desniveles, es también ideal para hacerla en bicicleta de montaña. - Quién. Rafael Serra es el autor de la ecoguía Las sierras de Gredos y Béjar, editada por Anaya, en la que se recomiendan ésta y otras excursiones a pie por el valle del Tiétar. Además, incluye cartografía. - Y qué más. Es conveniente, aunque no imprescindible, llevar el mapa 14-24 (Villanueva de la Vera) del Servicio Geográfico del Ejército, o la hoja equivalente (600) del Instituto Geográfico Nacional. Tampoco estarán de más, para mejorar la observación de aves, unos prismáticos de 8x30 o un catalejo de unos 20 aumentos.

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