ETA tomada en serio
'Si el PNV apuesta por el Estatuto, ETA sabrá que está definitivamente derrotada', declaraba el 26 de noviembre el ex portavoz parlamentario de ese partido Emilio Guevara, actualmente expedientado por sus críticas a la línea soberanista. Por su parte, el boletín interno de ETA de septiembre pasado admitía (según la versión del mismo ofrecida por el diario Gara el 8 de octubre) el 'fracaso' de su estrategia de frente nacionalista (llamada 'de construcción nacional') y, sin renunciar a ella, insinuaba la posibilidad de regresar a la de la 'negociación con los Estados'. Así pues, ¿está en manos del nacionalismo vasco no violento la posibilidad de derrotar a ETA dejándola sin posibilidad de desplegar una estrategia de frente nacionalista? ¿Tiene ETA la posibilidad de volver a una estrategia de negociación?
ETA CONTRA EL ESTADO. LAS ESTRATEGIAS DEL TERRORISMO
Ignacio Sánchez Cuenca Tusquets. Barcelona, 2001 271 páginas. 2.400 pesetas
La abundante literatura sobre ETA publicada en las dos últimas décadas ha indagado sobre todo en su historia (sus asambleas, escisiones, actividades), pero apenas en el análisis de su estrategia: en la relación entre los objetivos políticos que proclama y los medios terroristas que practica. En otras palabras, apenas hay estudios que se tomen en serio a ETA, sin por ello creerla bajo palabra, como hicieron en su momento los devotos del diálogo a cualquier precio. El ensayo de Pedro Ibarra sobre La evolución estratégica de ETA (Kriselu, 1987) fue el primer intento de llenar ese hueco. Los libros de Florencio Domínguez Iribarren (ETA: Estrategia organizativa y actuaciones, editada por la Universidad del País Vasco, y De la negociación a la tregua, por Taurus, ambos de 1998) ofrecieron los análisis mejor documentados y más solventes hasta el momento aparecidos sobre la cuestión. En parecido nivel de rigor e interés se sitúa esta obra de Sánchez Cuenca.
Su enfoque es analítico. Parte de la premisa de que ETA es un actor racional: que utiliza los medios que considera más eficaces para alcanzar fines políticos. Esa racionalidad explicaría, por ejemplo, por qué ETA ataca a los ertzainas para presionar al PNV, pero se abstiene de atentar directamente contra los miembros de ese partido. Otras decisiones, como la de disparar contra los gendarmes franceses, encajan mal en esa premisa y dejan espacio para hipótesis alternativas, como la de la inercia organizativa, que llevaría a ETA a la búsqueda incesante de nuevos enemigos a fin de garantizar su propia perpetuación. Una hipótesis intermedia sería la que reconoce que ETA actúa por móviles políticos, pero condicionada por la necesidad de justificar su recurso a la violencia: su fin es la independencia-alcanzada-por-las-armas; si no es por esa vía, el fin no interesa, y ese condicionante afecta a la racionalidad de sus comportamientos.
El autor distingue tres estra-
tegias sucesivas: la de la espiral acción-represión-acción, que funcionó durante el franquismo como mecanismo de concienciación y radicalización en una perspectiva de insurrección nacional; la de la guerra de desgaste, mantenida desde los inicios de la transición hasta fines de los noventa, y cuyo objetivo era obligar al Estado a negociar las exigencias de ETA; y la del frente nacionalista plasmada en el acuerdo de Lizarra.
La tesis central del ensayo es que, una vez abandonada la esperanza de la negociación con el Estado, si también fracasa definitivamente Lizarra, para lo que es preciso que el PNV decida enfrentarse a ETA, el terrorismo se quedará sin estrategia. Podrá seguir actuando durante un periodo, pero ya como los GRAPO: convertida en una banda residual, sin apoyos sociales ni fines políticos definidos y abocada a la autodisolución. El objetivo no sería convencer a ETA (mediante incentivos) de que desista, sino derrotarla políticamente, lo que se consigue dejándola sin estrategia. A quien hay que convencer es al PNV: de que le conviene enfrentarse a ETA.
El libro incluye, a modo de epílogo, un modelo de solución que plantea un procedimiento para hacer posible ese convencimiento. La propuesta, formulada en términos de teoría de juegos, consiste básicamente en sellar ahora un compromiso por el que, a cambio de su beligerancia contra ETA, las fuerzas constitucionalistas ofrecen al PNV abrir una vía de acceso a la independencia a aplicar cuando ETA haya desaparecido. Por supuesto, con garantías de mayoría cualificada, respeto a las minorías, etcétera. Una posible objeción es que el planteamiento toma demasiado en serio la deriva soberanista del PNV (como si fuera algo irreversible y no un giro motivado por razones coyunturales). Puede pensarse, alternativamente, que el PNV se verá abocado en todo caso a enfrentarse a ETA, por instinto de conservación (del poder); la dinámica de ese enfrentamiento (colaboración con las fuerzas de seguridad del Estado, alianzas con partidos no nacionalistas en las instituciones) favorecerá su regreso al autonomismo; abrir ahora expectativas soberanistas, contradictorias con la pluralidad de la sociedad vasca, reforzaría a los sectores más radicales del PNV e interferiría en ese viaje de regreso.
Esas objeciones no afectan al contenido esencial del análisis. La guerra de desgaste mantenida por ETA durante 20 años es objeto de un minucioso escrutinio en el que se demuestra, por ejemplo, el pernicioso efecto de la obsesión por el diálogo, generalmente interpretada por ETA como ocasión para redoblar sus ofensivas. La ruptura de esa dinámica a mediados de los noventa fue lo que convenció a ETA de que nunca lograría imponer la negociación en nombre de la cual asesinaba. Podría añadirse que el pacto antiterrorista ha anulado la hipótesis de que un cambio de mayoría le permitiera regresar a la estrategia de pulso por la negociación. La alternativa fue, y es todavía para ETA, Lizarra: un proyecto de imponer, en alianza con los otros nacionalistas, ciertas medidas políticas que hagan avanzar la causa independentista hasta un punto en el que al Estado no le quede más remedio que convalidar la nueva situación de hecho. Pero esa estrategia exige la participación activa del nacionalismo no violento y, simultáneamente, la coacción sobre la mitad no nacionalista de la población, lo que plantea al PNV serios dilemas políticos (además de morales).
Esa entrada en liza de un ter-
cer actor en la pugna entre ETA y el Estado es una oportunidad para ETA, pero también para derrotarla. ETA se mantendrá, sostiene el autor, mientras considere que hay al menos una pequeña posibilidad de alcanzar sus fines. Pero si, por una parte, el PNV no colabora y, por otra, la banda encuentra cerrado su repliegue hacia la negociación con el Gobierno, ETA, actor racional, no tendrá más remedio que pactar su retirada en términos de paz por presos. Resulta muy interesante el capítulo sobre la psicología organizativa de ETA, en el que se profundiza en la distinción entre la mentalidad mili (de ETA militar) y la poli-mili, y, en relación con ello, en los contradictorios efectos de la política de reinserción en el caso de la única ETA que subsiste, que sirve a la vanguardia para librarse de cualquier disidencia interna sin gran coste organizativo. Ello garantiza la presencia al frente de la dirección de los más dogmáticos de cada momento. Así, el umbral de resistencia de ETA en la guerra de desgaste no será el de la mayoría de sus miembros, sino el del sector más intransigente de cada generación de activistas. El sistema organizativo cerrado favorece el blindaje frente a los datos de la realidad y a los argumentos ajenos, lo que ha hecho fracasar cualquier intento de diálogo según el modelo que fue válido para los poli-milis. La incidencia de la movilización de Ermua en el acercamiento del PNV a ETA, los motivos del fracaso del Plan Ardanza, la incidencia de los resultados electorales de 1998 y 1999 en la ruptura de Lizarra, el significado de la violencia callejera para establecer fronteras comunitarias entre los ciudadanos son otros temas analizados con mucha inteligencia en esta obra exhaustivamente documentada, muy bien argumentada y de gran utilidad para ciudadanos preocupados, en general, y para periodistas y políticos desanimados, en particular.
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