Una plazuela
Érase una vez una plazuela recoleta y tranquila llamada de Juan Pujol, sita en el madrileño barrio de Maravillas. Tenía frondosos árboles que llegaban hasta los segundos pisos de las casas.
Pero un día llegaron los hombres del alcalde herreriano, talaron los árboles y convirtieron la plaza en un solar digno de estar en los mismísimos Nuevos Ministerios. La historia que viene después todos la conocemos: botellón, ríos de orín y tambores. Y colorín colorado, la paz se ha terminado.
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