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LA HORMA DE MI SOMBRERO
Columna
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Gilbert Bécaud

Martes, 18 de diciembre, 9.30 de la mañana. La radio da la noticia de la muerte de Gilbert Bécaud (74 años). El locutor cita algunas de sus canciones, entre ellas Et maintenant, 'que Frank Sinatra popularizó en el mundo entero'.

Me acuerdo de Et maintenant. Bécaud la grabó en 1962. La letra era de Pierre Delanoë, una letra bastante tonta, sobre un desengaño amoroso, del propio Bécaud o de una amiga suya, no recuerdo, y la música, que era lo mejor de la canción -la música y el arreglo de Raymond Bernard-, llevaba la firma del intérprete, Gilbert Bécaud. La canción tuvo un éxito brutal. Llegaron a interpretarla medio centenar de cantantes franceses. En 1967, Herb Alpert realizó una versión instrumental que interpretaron 200 orquestas tan sólo en Estados Unidos. Judy Garland y Frank Sinatra grabaron la canción What now my love?, una canción que se mantuvo 37 semanas en la cumbre del hit-parade estadounidense. Me acuerdo muy bien de Et maintenant, con aquellas dos notas -fa y la- que se repetían sobre un ligero redoble de tambor, antes de dar paso a la melodía propiamente dicha: un fox que se iba transformando en bolero a medida que cobraba intensidad.

En 1957 Gilbert Bécaud actuó en el Emporium de Barcelona. Había saltado a la fama como telonero de Lucienne Delyle en el Olympia. Pues bien, en Barcelona él tuvo de telonero a Aznavour

Sí, me acuerdo muy bien de Et maintenant, si bien en 1962 yo había ya perdido toda curiosidad por lo que componía, cantaba, vendía Gilbert Bécaud.

A Bécaud lo descubrí en 1953. Lo descubrí como compositor en un disco de Lucienne Boyer. En ese disco había una canción, Mes mains, con letra de Pierre Delanoë y música de François Silly, que es el verdadero nombre de Gilbert Bécaud. François Silly había nacido en Toulon, en 1927. Al terminar sus estudios en el Conservatorio de Niza, se había subido a París y allí, en 1948 y gracias a Piaf, había entrado en contacto con los paroliers Louis Amade y Pierre Delanoë. Con Delanoë firmó Mes mains, y con Amade dos canciones: Les croix y sobre todo C'etait mon copain. Eso ocurría entre 1952 y 1953. En ese mismo año, François Silly se convierte en Gilbert Bécaud, y al año siguiente su nombre figura en el cartel que inaugura el célebre Olympia, el primer music hall de París en el bulevar des Capucines. Bécaud actúa en la primera parte, como vedette américaine, telonero, de la estrella principal: Lucienne Delyle y la orquesta de Aimé Barelli. Y ocurre que el telonero se come a la estrella, se la zampa literalmente. Más de la mitad de las butacas del Olympia son destrozadas por unos jóvenes survoltés que aclaman a su ídolo, Gilbert Bécaud, 'Monsieur 100.000 volts'. Un tipo que destroza pianos, como tres años más tarde hará Jerry Lee Lewis en el sur profundo de los USA con su Shake, baby, shake! Come on over! Whole lotta shakin 'goin' on! Nunca había ocurrido nada semejante en un music hall de la capital de Francia (poco después había de repetirse con Sidney Bechet y sus Oignons).

1954 fue, en Francia, 'l'année Bécaud' y, de resultas de ello, empezaron a llegar aquí sus discos. Pronto se hizo popular entre mis amigos. C'etait mon copain -'mon pauvre vieux copain, de mon humble pais...'-, gustaba mucho, porque se podía cantar con la guitarra, hablaba de camaradería, del 'regard généreux' del amigo, que era de un país humilde, como el nuestro. También gustaba Les croix -un mundo lleno de cruces-, y una canción que se llamaba Le toreador, que describía una corrida, en la 'plaine catalane', donde la potencia de 'Monsieur 100.000 volts' quedaba plenamente justificada (era antes de que las juventudes de ERC hubiesen condenado por franquistas las corridas de toros).

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Pero al margen de esas y de otras canciones que eran escuchadas en silencio, religiosamente, Bécaud hacía furor en los guateques con su propia versión de Mes mains, unas manos que dibujan en la oscuridad, en la oscuridad del atardecer, la forma de una esperanza 'qui ressemble a ton corps'. A media luz, en una torre de la Bonanova o en un piso de l'Eixample, Mes mains funcionaba la mar de bien.

En 1957 o 1958, Bécaud vino a actuar unos días en Barcelona, contratado por el señor Serrats, que era el dueño del Emporium, un cabaret situado al comienzo de la calle de Muntaner (donde hoy vive mi amigo Terenci Moix) y que ya no existe. Allí fui a escucharlo con algunos compañeros de la facultad de Derecho. Cantó Mes mains y la cantó muy bien. Las chicas del local, chicas de alterne, estaban locas con Bécaud. '¡Qué guapo, pero qué guapo es!', exclamaba una de ellas (locura que se acentuó cuando le dije a la chica que el guaperas acababa de vivir una aventura con la Bardot). Con Bécaud actuaba de 'vedette américaine' un tipo bajito, 'el canijo', como decían las chicas que no era otro que Charles Aznavour, el Aznavour anterior a la mamá y a la triste Venecia. Y mira por dónde 'el canijo' se zampó al guaperas. Se lo zampó con dos canciones: Sur ma vie y, sobre todo, Après l'amour. Una canción que hablaba de jodienda - 'nou nous sommes aimés...'-; una canción 'existencialista', germanopratense, que acaba mal como suelen acabar las buenas canciones, y que a nosotros nos pareció indicadísima para un imposible guateque.

Pasaron los años y Bécaud siguió vendiendo discos a puñados mientras nosotros nos olvidamos de él para seguir escuchando a Brel, a Ferré y a Brassens. Pero no me olvidé de Mes mains, del mismo modo que la mañana del martes me acordé de Et maintenant, que Montserrateta, la hija de Tarradellas, escuchaba en Saint Martin-le-Beau, en aquel crudísimo invierno de 1962, mientras su padre me hablaba de su amigo Louis Amade, el otro parolier de Bécaud. Louis Amade, nacido en Ille-sur-Têt, un pueblo de los Pirineos orientales, y que a la sazón era subprefecto de París. 'M'ha ajudat molt en Louis Amade', me decía Tarradellas. 'És un bon poeta, i és català'.

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