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Expertos critican la utilización política de la figura de Manuel Azaña

Una mesa redonda recuerda en Sevilla al presidente de la II República

Manuel Azaña no fue un presidente cautivo, marginado, sin poder, prisionero de Negrín y de los comunistas, como algunas voces han sostenido. Ni tampoco formó parte de lo que se ha llamado la tercera España, aquella que desde el exilio fue tan crítica con los sublevados como con los republicanos. Fue un político comprometido con la República hasta el final. En esta idea coincidieron ayer Santos Juliá, Miguel Ángel Aguilar, José Luis Gómez y José María Ridao en una mesa redonda celebrada en Sevilla sobre Azaña y su tiempo.

Los cuatro participaron ayer en un encuentro organizado con motivo de la presentación del espectáculo de José Luis Gómez Azaña: una pasión española en el Teatro Central. Para el historiador Santos Juliá, la figura de Azaña (Alcalá de Henares, 1880-Montauban, Francia, 1940) ha sido utilizada por el PP, que ha creado una imagen del político a su medida. 'En los últimos años se ha inventado una imagen de Azaña. Se decía que siendo presidente de la República fue un presidente marginado, cautivo, sin poder, preso de Negrín [Juan, presidente del Gobierno] y de los comunistas. Se sostenía que el verdadero es el que sale de España al final de la guerra, y que cuando llega a París es el Azaña libre, el de la tercera España', manifestó Juliá, para quien en la representación que algunos han inventado de la guerra civil 'tan culpable es una España como otra, y Azaña sería el paradigma de la tercera, que en definitiva, según esta tesis, sería la que tenía razón histórica'. Según el historiador, esa visión del político e intelectual 'parte del supuesto de que lo mejor del mundo intelectual salió del país y fue tan crítica de los republicanos como de los rebeldes'. Pero Juliá llamó la atención sobre un dato: 'Azaña se queda y no porque no tenga otra posibilidad, y no sin vacilación. Se queda cuando se da cuenta del desastre de la rebelión'.

El presidente de la República, recordó Juliá, tuvo intención de dimitir en varias ocasiones. 'Vive la permanencia en gran desolación, pero no se va porque rechaza radicalmente la rebelión militar, a la que no encuentra ninguna justificación, y por el sacrificio de los combatientes', precisó.

El historiador aseguró que Azaña rechazaba la idea de la tercera España. 'Fue leal hasta el final a la República, sin ninguna duda', aseveró. Y añadió: 'Ni Negrín es una marioneta de los comunistas ni Azaña un preso de Negrín. Él sabe que la República no va a ganar, pero no quiere perder la guerra'. De ahí su intento de implicar a Francia y Gran Bretaña para poner fin al conflicto. 'El mensaje que Azaña les transmite es que si España pierde, Francia y Gran Bretaña pierden la primera batalla de la segunda guerra mundial, y Alemania e Italia la ganan', señaló.

El periodista Miguel Ángel Aguilar coincidió con Juliá y recalcó la falta de visión de estos países. 'Intentó evitar la aniquilación de la República, buscar una fórmula para imponer el silencio de las armas y recuperar la convivencia entre posiciones enfrentadas', dijo. En su opinión, Azaña ha sido objeto por parte de los políticos de 'una asimilación tergiversadora, que precisa de una clarificación sancionadora'. José Luis Gómez,director del Teatro de la Abadía, relató que eligió a Azaña porque además de ser 'un personaje mal conocido', le interesó su noción de español 'que aunaba sentimiento y razón'. Gómez se identifica con el intelectual en su manera de sentirse español y ciudadano y en su compromiso con 'la palabra vinculante y movilizadora'.

El diplomático José María Ridao reivindicó la modernidad de Azaña y su doble vertiente de político 'formidable' e intelectual 'extraordinario'. 'El fracaso que se le atribuye es muy relativo. Fracasó Europa en su conjunto, no Azaña', aseveró. 'No hay en él complacencia con el autoritarismo, con el antiparlamentarismo. No cedió en ningún momento a las pulsiones autoritarias', concluyó.

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