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Crítica:ARTE DE REGALAR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vértigo y belleza de un clásico

Si alguna gran novela ha exigido ser ilustrada, aparte de La isla del tesoro, esa novela es, sin duda alguna, Moby Dick. Lo exigen su propio asunto, su admirable construcción y sus excursos acerca del oficio de ballenero. No hay lector de fuste que no se vea obligado a detenerse de cuando en cuando para disfrutar de la plenitud de una escritura que contiene la novela simbólica más importante de nuestra época; y esas detenciones, esos descansos en la travesía de los arcanos del mar, el mundo y el alma de los hombres, piden sin duda el abrigo y el apoyo de un ilustrador que vendrá a ser el Ismael del lector.

La Naturaleza se manifiesta a través de las aguas, el viento, los animales; la Humanidad navega por ella recelosa y atenta. La gran ballena es la imagen del Mal, sí, pero también de la belleza inocente. Basta con que un solo hombre sienta la llamada del Mal como un desafío -vértigo y belleza- para que arrastre consigo a los demás hombres en pos del abismo, ayudado por su soberbia; Dios no existe sino en la mente de los simples y los desvariados. La Naturaleza contempla impasible el desastre y la continuidad de la vida; el mar no tiene cicatrices, como las tiene la tierra tras un desastre natural o una guerra, por ello carece de memoria, por eso tan cruel; pero por todo eso el hombre se estremece ante el mar como ante ningún otro elemento. No ha habido escenario mejor para contar al mundo moderno el Apocalipsis y la resurrección.

MOBY DICK

Herman Melville Traducción de Enrique Pezzoni Ilustraciones de Rockwell Kent Debate. Madrid, 2001 768 páginas. 3.500 pesetas

Teníamos alguna edición de Moby Dick (las traducciones de Juan Gómez Casas y José María Valverde) no fáciles de encontrar. Esta edición que propone Debate es un lujo ético -porque hay que hacer honor a tal libro con una vigorosa edición- y estético -porque las ilustraciones de Rockwell Kent, tan numerosas como enriquecedoras, convierten la lectura en un placer cadencioso-. El libro es, no insisto más, una belleza.

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