_
_
_
_
Liga de Campeones | FÚTBOL

Una reacción a medias que no complace en el Camp Nou

Àngels Piñol

El árbitro silbó el descanso (0-2) y el Camp Nou, tan indignado como estupefacto se mordió la lengua, decidió tener paciencia e ignorar el espectro de la pañolada. La grada optó por dar una última oportunidad al equipo. Quedaban aún 45 minutos y los más optimistas recordaron la proeza ocurrida en 1997 cuando el Barça, en un partido memorable, se fue a la ducha perdiendo por 0-3 -el técnico inglés Bobby Robson estuvo a un paso del despido- y acabó ganando, en una increíble remontada por 5-4. No quedaba ayer sobre el césped ninguno de aquellos jugadores pero quizá alguien se lo recordó o quizás alguien les avisó de que la amenaza de quedarse sin vacaciones en Navidad podía ser aún peor. Y el Barça reaccionó: Saviola, en el minuto 50 marcó el primero y en el 59 el segundo. Pero el tercero pese a la inferioridad numérica del Galatasaray no llegó. La afición se fue del campo con el silencio que delata la indiferencia. Y también consciente de algo: que el Barça desde hace tiempo no levanta cabeza.

Más información
Saviola arregla un mal partido

De la posible tragedia se pasó sólo a una gran decepción. También ayudó que el Roma-Liverpool acabó con empate a cero. El presidente Joan Gaspart y Carles Rexach debieron dar gracias al cielo por el marcador de Italia porque el Barça, pese a todo, sigue líder de su grupo. Pero no quedan dudas de que el Camp Nou vivió ayer el momento más delicado del año. Charly sabía de sobras que había resistido a las críticas por el mal juego en la Liga gracias a su casi inmaculada actuación en Europa (nueve victorias y una derrota hasta ayer). Y el partido ante el Galatasaray era el salvavidas hasta febrero cuando está previsto que se reanude el torneo. Y Rexach se la jugó: no sólo mantuvo al tridente sobre el césped tras el descanso sino que también apostó por Overmars. Tanta maquinaria ofensiva tenía que dar sus frutos: el pibito metió dos goles en veinte minutos pero el tercero no llegó. El empate fue un mal menor pero quedó una evidencia: que el Barça, prometedor en el arranque de curso se ha desinflado como un globo. Y, curiosamente, se hinchó más que nunca tras su victoria hace tan solo quince días en Liverpool pero aquél partido fue más que nada un golpe de efecto porque, desde entonces, el equipo se ha deslizado al vacío. Los datos son elocuentes: cuatro días después de Anfield el Barça cayó en casa ante el Athletic (1-2) y el sábado pasado agrandó su herida al renunciar a la lucha por el liderato en Vitoria (2-0). El partido ante el Galatasaray vino a confirmar ayer el mismo diagnóstico: que el equipo, pese a las concentraciones en el Muntanyà, las broncas y las amenazas de quedarse sin fiesta, sigue enfermo y sin reaccionar.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_