_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De toros

Se ha celebrado en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla el primer congreso internacional sobre las Fiestas de Toros y Sociedad, al que han asistido personalidades de la cultura de varias nacionalidades y especialistas de diversos campos. El programa trataba el tema desde la arqueología y ciencias de la religión, etiología y ganadería, antropología y sociología, literatura y música, mass media, arte, ética y filosofía e historia de la tauromaquia. Bartolomé Bennassar clausuró el ciclo con una conferencia sobre El concepto de Edad de Oro en el toreo.

En los ratos que pude asistir he oído muchas ideas interesantes imposibles de encajar en este faldón, por lo que me voy a ceñir a un discurso de Pedro Romero de Solís que me pareció verdaderamente original. Para Romero de Solís, la suerte de matar es el momento supremo hacia el que se orienta toda la corrida. Así -por eso de matar, me imagino- el paseíllo es como un desfile militar de la 'célula de ataque en avance', y el público sabe que va a presenciar un combate y que ese combate encierra una paradoja: el juego de ocultación y ostentación masculina que llevará a cabo el matador. Para empezar, todos saludan quitándose el sombrero menos los matadores, que saludan como si fuesen damas. Hay quien lo justifica afirmando que no se trata de un sombrero porque la montera es una peluca. A continuación sale el toro poseído de todos los valores de fuerza masculinos mientras el torero escamotea su cuerpo envolviéndolo con la capa, en una chicuelina quizá, como si fuese el traje de volantes de una bailaora. 'A la masculinidad del toro se la come la femineidad del matador'. La suerte de las banderillas señala al animal como víctima con 'la flor sacrificial', y el torero aparece entonces en todo el esplendor de su figura brindando el toro 'como con una copa en un gran banquete'; tira a continuación la montera con fuerza a la arena y se transforma en 'varón matador'. A partir de ese momento irá cambiando de sexo a su fiero contendiente que acepta poco a poco los valores femeninos hasta ser penetrado y convertido en 'un inmenso alimento'. El toro 'poseído, derramado y femenino' termina un ritual alimenticio en un moderno y fabril matadero.

Es una historia masculina, claro, sobre la vanidad del hombre. Me pregunto cómo se podría transformar la mujer torera. En cualquier caso no se puede negar la imaginación.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_