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Columna
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Confusas instalaciones

Dos artistas alaveses, Leire Etxagibel y Juan Carlos Meana, muestran sus instalaciones respectivas en Vitoria. La primera en el Centro Cultural Montehermoso y el segundo en la Sala Amárica.

Leire Etxagibel toma objetos de muy diferentes usos cotidianos y compone con ellos una serie de instalaciones. Así como podemos entender la intención globalizadora de la suma de instalaciones, debido al nexo de determinados elementos comunes existentes entre ellas, resultan menos comprensibles si tomamos cada instalación por separado. En cada una de las cuales se juntan objetos, dotándoles a algunos unas funciones distintas de lo que uno espera de ellos, dejando a otros tal cómo son. En esa transformación, percibimos que ciertos objetos se alzan con otro talante del que creíamos poseían, mas no pasa de ahí nuestra comprensibilidad. Nos convertimos en aquello que a los ojos de un ciego es un paisaje. Desconocemos si la autora de cada obra ha ido al encuentro de lo críptico y oscuro con la intención de lograr su máximo acierto, sacando de la oscuridad lo que está en ella y los demás no ven, o si la propuesta no va tan lejos...

A veces en la búsqueda gratuita de lo raro y extravagante suele habitar una intencionalidad secreta, cuya traducción podía ser más o menos de esta guisa: 'Si nadie sabe lo que quiero, tanto más mérito recaerá a mi favor'. No aventuramos que sea esta la posición tomada por Leire Etxagibel. Sin embargo, no pocas de las instalaciones que por el mundo pululan parecen estar adscritas al gusto de lo críptico y oscuro por encima de todo lo demás. El río revuelto de lo raro y extravagante suele acabar en un mar de confusiones.

En los trabajos de Juan Carlos Meana los objetos de los que se sirve en cada instalación no contienen asomo alguno de rareza o extravagancia. En primer lugar porque están animados por una suerte de calculado esteticismo. Percibimos que tanto como la intención de dar importancia a aquello que se muestra, tanto más le interesa al autor poner en cuestión el efecto que producen los objetos de diferentes familias utilizadas. Algo así como si fuera la proyección visible de lo invisible que comporta el choque de las relaciones entre objetos.

Por el ámbito de la Sala Amárica se hacen evidentes los objetos con una carga altamente simbólica, tales como espejos, mástiles de banderas, sin banderas, escayolas que imitan órdenes arquitectónicos antiguos, tierras cocidas y sin cocer, muros de ladrillo, y otros etcéteras. En conjunto se diría que son obras que quieren mostrar un permanente diálogo con el espectador empeñado en interrogarlas.

Meana basa la exposición -y lo deja impreso- en la propuesta del poeta Fernando Pessoa, 'lo que hay que hacer, lo que hay que dejar'. Entra con ello de lleno en una praxis teorética, al modo de lo que Mallarmé aducía al advertir: 'Mi Pensamiento se ha pensado, y desemboco en una Concepción pura'.

No obstante, al frecuentar el mundo de los poetas, los artistas plásticos deben atenerse a los riesgos que asumen, debido al sinnúmero de contradicciones en el que incurren los propios poetas. Sin salirnos de Pessoa, el bardo lisboeta pone al borde del abismo a aquellos que tratan de utilizarlo de manera interesada, con esta contundente y razonada postura: '...el sagrado instinto de no tener teorías...'.

También Leire Etxagibel ha utilizado para su catálogo una idea del poeta Rainer María Rilke, situándola en forma de epígrafe. Es curioso comprobar cómo en los tiempos que vivimos los artistas plásticos apelan al concurso de los poetas con demasiada asiduidad. ¿Por qué será? ¿Por pura coincidencia en el aura de lo poético? ¿O por no estar seguros del valor de su propia especificidad plástica?

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