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Columna
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Religiones en oferta

Tengo un amigo que busca una religión nueva, y que ahora quiere hacerse de los Adventistas del séptimo día. Es una chulada, me dice, para ellos el juicio final ya ha comenzado, porque Jesucristo volvió a la tierra el 22 de octubre de 1844, aunque no nos enteramos nadie. Chachi, ¿no? Los Adventistas del séptimo día creen en la aniquilación de los infieles y en la vuelta de la tierra a su estado original. ¿Qué infieles? La verdad es que no sé a qué aniquilación de infieles se refiere, tal vez a ti, quiero decir, a vosotros los católicos. De todas formas, eso es una menudencia. Podemos tolerarnos, aunque cada uno sepamos que el otro va a ir directamente al infierno. Lo malo es que si me hago adventista no podría tomar ni tabaco, ni café, ni carne o alcohol, así que no estoy convencido del todo. Yo quiero una religión que me venga como un guante, ¿sabes?, dice mi amigo arqueando las cejas.

No te entiendo, tú siempre has sido católico, le respondo, cambiarse ahora resulta un tanto incómodo, y más en estas fechas. ¡En vísperas de Navidad! Modificar las costumbres a estas alturas, amigo mío... No sé... Me parece demasiado tarde. Además, puedes pensar en otras religiones que te permitan perpetuar la tradición de la chuleta y el pacharán y seguir fumándote esos puros que de cuando en cuando perfuman nuestras reuniones. Yo qué sé, hazte de la Cienciología como Tom Cruise y Penélope Cruz, o de la Meditación Trascendental como fueron los Beatles, o de cualquier otra religión más normalita.

He pensado en muchas otras religiones, me dice mi amigo, incluso me he comprado un libro sobre las religiones del mundo, uno de esos libros de Nueva Era, porque me quería enterar un poco de qué va todo este rollo que nos trae de culo. Si quieres que te confiese la verdad, hasta llegué a pensar muy seriamente en hacerme musulmán. ¿Musulmán? Sí, musulmán, pero lo hacía por una razón concreta, me da un poco de vergüenza confesarlo, la verdad es que me seducía la idea de tener siete mujeres, una por cada día de la semana, ya sé que es una estupidez. No obstante, ganaron las chuletas y el pacharán y el puro. Mi lema es: ¡A mí que me conviertan, pero que no me toquen los vicios! El otro día vinieron los Testigos de Jehová a casa y les atendí con bastante amabilidad. Me avisaron que el fin del mundo empezó en 1914, cuando Satán cayó a la tierra. También me explicaron todo eso del rechazo a la transfusión de sangre. Pensé qué barbaridad, estos, si tengo un accidente, me dejan desangrarme como un perro. Con la excusa de tener que trabajar les mostré la puerta.

Pero no lo entiendo, le digo, tú no practicas, la única vez que te confesaste fue antes de hacer la primera comunión y además me consta que le mentiste al cura, y no se te ve poner un pie en una iglesia ni para admirar sus vidrieras excepto cuando a uno de tus amigotes se le ocurre la desafortunada idea de casarse por la ídem. Hasta ahora, para ti, la religión no existía. No me digas que has empezado a creer.

No he tenido una revelación, si a eso es a lo que te refieres, me dijo mi amigo. Lo que ocurre es que como bien dicen los obispos, la campaña de desprestigio contra la Iglesia me ha convencido. Ya ves, ahora todo se consigue con campañas, la propaganda mediática es lo mismo que la venta de un detergente, y qué quieres, yo, como consumidor de productos, soy fácil de convencer. En otras palabras, que no me han gustado los despidos de profesores, ni la implicación con el escándalo de Gescartera, pero es que el problema va más allá, porque ni siquiera me gusta lo que dice el Papa. ¡Y sigo siendo católico! Yo creo que, llegado a este punto, se hace necesario cambiar para ser más coherente con uno mismo. Además, ahora es mucho más fashion pertenecer a una religión minoritaria. Figúrate lo que voy a fardar cuando sea Adventista del séptimo día.

En eso tienes razón, le dije, pero piensa en las chuletas. Insisto: yo que tú, escogería otra religión más amable. Siempre puedes hacerte budista, como Richard Gere.

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Mi amigo me mira con cara de aburrimiento y toma un sorbo de pacharán. No sé, lo budista me parece todo como muy chino, ¿no?

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