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Tribuna:DEBATE
Tribuna
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Demasiadas inseguridades

La revista The Journal of Regenerative Medicine publicó el 26 de noviembre un artículo acerca del intento fracasado de obtener embriones humanos clónicos, que Joe Cibelli, vicepresidente de la empresa de biotecnología Advanced Cell Technology (ACT), había anunciado la víspera. El título habla del desarrollo de embriones 'pronucleares' y 'tempranos'.

Son muchas las críticas que ha recibido este experimento. Entre otras, por parte de quienes consideran que basta trabajar con los embriones sobrantes de la fecundación in vitro. Bien es verdad que esos millares de embriones congelados son humanos; que las células madre obtenidas a partir de ellos no son fácilmente controlables; y que cuando sepamos orientarlas para dar neuronas, o células productoras de insulina, habrá que conseguir que no produzcan rechazo en el paciente. Demasiadas inseguridades, reales, para las expectativas creadas a lo largo de los últimos tiempos en tantos enfermos y familias.

Por eso algunos investigadores no renuncian fácilmente a la clonación con fines terapéuticos. Si se lograra dominar las agresivas células madre de la masa interna del embrión de cinco días, se aportarían células madre como material de partida para conseguir otras diferenciadas con las que atajar enfermedades, sin peligro de rechazo. Los clones del paciente serían un material biológico preferible a cualquier otro, por venir preparado casi como 'a la carta'.

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Lo conseguido por Cibelli y colaboradores está aún muy lejos de ese objetivo. Tomaron 57 óvulos maduros de siete mujeres jóvenes, con al menos un hijo biológico. Con la mitad de ellos se indujo químicamente una partenogénesis: el óvulo se transformó en una célula (que llaman embrión pronuclear) capaz de dividirse. Sólo consiguieron mantener seis, durante siete días, pero no tenían células madre. Evidente. Ninguno era un embrión: la partenogénesis sin reprogramación del material genético con la impronta paterna y materna, sólo genera un puñado de células más o menos organizadas, y no un embrión. A otros diecinueve óvulos les quitaron su núcleo y les transfirieron el de células humanas de adulto (método parecido al usado para producir la oveja Dolly), aunque sin conseguir una buena reprogramación. Once no se dividieron, ni siquiera a dos células: no se puede decir que fueran 'embriones pronucleares'. Seis se dividieron hasta cuatro o seis células y nada más: es difícil afirmar que fueran realmente 'embriones tempranos'. Además, carecían de las codiciadas células madre. Posiblemente se consigan algún día embriones clónicos humanos. Pero aún no.

Hoy sabemos bien qué es y qué no es un embrión en los días que preceden a su anidación. Unas fotografías imponentes, publicadas en octubre por la revista científica Development, muestran que las dos primeras células del embrión bicelular normal, de unas horas de vida, son diferentes entre sí, y que las células madre del embrión de cinco días (las buscadas) proceden de una de ellas, mientras que las células de la zona externa del embrión temprano, que permiten la anidación en el útero, proceden de la otra. Sólo el embrión formado por fecundación natural o in vitro, o por clonación bien hecha, tiene las características precisas y adecuadas para ser embrión unicelular, o temprano, y con su masa interna de células madre capaces de dar todos los tipos celulares del organismo. Más aún, en este mes, la revista Nature publica un artículo en el que se muestra que la reprogramación del genoma empieza ya en la misma fecundación. La dotación genética del embrión de una célula es más que la suma del material genético paterno y materno.

Por mi parte, pienso que la esperanza terapéutica no está en las células madre embrionarias, sino en las del adulto. No me refiero ahora a cuestiones éticas o legales que se plantean al producir y destruir embriones, sino al hecho de que no se consigue dominar con seguridad una célula embrionaria y, sin embargo, sí se ha logrado ya, y muy eficazmente, diferenciar células madre de la médula ósea de adulto, de enorme plasticidad. El uso de estas células en un futuro cercano para regenerar tejidos dañados no producirá rechazo: son para el paciente más suyas que las que se podrían obtener de su posible clon.

Natalia López Moratalla es catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra.

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