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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Primero, el negocio

En EL PAÍS del domingo 25 de noviembre se suscitaba el debate ¿La Universidad debe ser un negocio?, en el que don Carlos Rodríguez Braun, aprovechando 'que el Pisuerga pasa por Valladolid', dedica casi un tercio de su colaboración a vilipendiar el servicio público de radiotelevisión y difundir las tópicas falacias sobre el coste que supone a los españoles (saqueo a los ciudadanos lo llama) y la pretendida bondad y gratuidad de las empresas privadas, para enlazar seguidamente el mismo discurso contrario a lo público en el caso de la educación, y concretamente de la Universidad. Parece casi milagroso que, ya que estamos, el señor Rodríguez no incluyese en el varapalo a la sanidad pública u optase decididamente por la privatización de otros servicios públicos como la policía, las prisiones, la totalidad del transporte, etcétera.

Claro, que si empezamos por aquellos dos servicios (enseñanza y comunicación), que tienen, como característica fundamental, la capacidad de informar y formar, orientar a la opinión pública y decidir en la educación de las nuevas generaciones, se podrá alcanzar la esencia del pensamiento único y con unos nuevos ciudadanos convenientemente formados, los demás servicios públicos 'caerán como fruta madura'.

Este apóstol del liberalismo económico reclama el concepto de negocio como paradigma de la capacidad del mercado para regular y mejorar la sociedad y defiende, junto con éste, la propiedad privada, el capitalismo, el comercio y las empresas como esenciales de 'la sociedad abierta y próspera'. Despacha la crítica a los negocios con su afirmación: 'No es más que la atávica tradición antiliberal' y descalifica con rotundidad dogmática: 'Como siempre sucede fuera del mundo de los negocios, un falaz igualitarismo favorece la igualación hacia abajo. Asimismo, lo mal llamado público incentiva grupos de presión', para después identificar éstos como 'camarillas oligárquicas político-sindicales'.

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Contiene, pues, el discurso de este catedrático de Historia del Pensamiento Económico todos los atávicos (ahora sí) elementos del más rabioso liberalismo económico del XIX, que ha legado a la historia de la humanidad las condiciones de explotación y de desesperación que dieron lugar a las mayores insurrecciones populares y procesos revolucionarios de todos los tiempos. Lo que, no obstante, no le impide caer en las archiconocidas contradicciones del 'derecho absoluto a la libertad de enriquecerse sin intromisión del Estado', cual es la de reclamar que los alumnos-clientes-consumidores de la universidad-negocio-privada, sean convenientemente becados con fondos públicos para poder así satisfacer el precio de la empresa-facultad dispensadora, dentro del cual estará convenientemente incluido el margen de beneficio a repartir entre los accionistas-capitalistas libres y soberanos.

Y es que cuando el 'derecho absoluto a la libertad de arruinarse' es lo previsible, sí están dispuestos a justificar la intervención del Estado para evitarlo, como la situación de compañías aéreas, aseguradoras y otras han demostrado tras los terribles hechos del 11 de septiembre. No, señor Rodríguez Braun, el igualitarismo no es falaz. La falacia es aseverar que, puesto que no hemos conseguido desarrollar suficientemente una sociedad más justa, solidaria e igualitaria que la capitalista, todo debe ser negocio... de unos pocos.-

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