El arte de mantener las expectativas
La crisis pone a prueba la gestión del valor de la acción basado en previsiones de futuro
Hace escasamente año y medio, la Bolsa vivía un ambiente de euforia que parecía inagotable. Ni siquiera las advertencias del presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, acerca de la sobrevaloración del mercado hacían mella en un índice que subía imparable, empujado por las telecomunicaciones y las punto com. Unas empresas estas últimas con un negocio real incipiente y apenas perceptible, pero con unas altísimas expectativas para el futuro. En definitiva, y en lenguaje de The Boston Consulting Group, unas empresas con un valor fundamental muy bajo y una elevada prima por expectativas.
Según pone de manifiesto BCG en el ranking elaborado sobre más de 5.000 compañías -que representan aproximadamente el 80% de la capitalización bursátil mundial-, en 1994, la prima por expectativas apenas representaba el 18% del valor total de las empresas en Bolsa y el resto era valor fundamental (valor intrínseco del negocio; es decir, su rentabilidad y crecimiento actual); en 1999, la prima por expectativas subió hasta el 55%, y desde entonces ha ido cayendo, hasta situarse al final de septiembre de este año en el 33%.
El 68% del valor que el sector farmacia tiene en Bolsa viene dado por las expectativas que le atribuye el mercado, relacionadas con I+D
Los sectores
Tras la euforia, el mercado ha vuelto a fijarse más en los fundamentales, el verdadero corazón del negocio, y ha empezado a recelar de la prima por expectativas, pero, según BCG, ésta forma parte del valor de la compañía y, por tanto, hay que aprender a gestionarla, especialmente en aquellos sectores en los que más pesa. No tiene el mismo calado en un sector como el del automóvil, ya muy maduro y con pocas probabilidades de innovaciones tecnológicas significativas, que, por ejemplo, en el sector farmacéutico, en el que el desarrollo de patentes es clave. Es farmacia, precisamente, el sector industrial en el que la prima por expectativas alcanza el mayor porcentaje: este año, un 68% del valor total del sector en Bolsa corresponde a prima por expectativas y sólo un 32% es valor fundamental. Le sigue el sector seguros, donde la tecnología poco tiene que ver, pero que está inmerso en un proceso de consolidación que augura próximas fusiones, y eso siempre tira del valor de la acción.
En el extremo opuesto -es decir, con una escasísima prima de expectativas- se sitúan, además del automóvil, que llega a tenerla incluso negativa, el sector de viajes -muy afectado por los sucesos del 11 de septiembre y por el enfriamiento de la economía-, químicas y servicios públicos (utilities), un sector lastrado por su excesiva regulación o por unas expectativas de crecimiento que no van más allá de lo habitual. En cualquier caso, sea cual sea el sector del que se trate, este año, la prima por expectativas ha ido perdiendo peso.
Para BCG, una buena gestión pasa por combinar convenientemente los dos valores de los que consta la cotización de la acción: el fundamental y la prima por expectativas, y para ello cada compañía debe compararse, en ambos parámetros, con la media de su sector. Según su situación, se dan varios escenarios. El primero de ellos, el de mayor debilidad, se daría en una empresa que esté por debajo de la media de su sector, tanto en fundamentales como en expectativas. En ese caso, y para crear valor, BCG afirma que el gestor debe provocar un cambio radical que lleve la confianza al mercado y mejore el valor fundamental.
Si la empresa estuviera por encima de la media en prima de expectativas tendría que aprovechar el momento para utilizar ese valor que le otorga el mercado en reforzar sus fundamentales. Y una buena forma de hacerlo es utilizar el alto valor que tienen sus acciones para adquirir compañías que le aporten activos rentables. Es lo que hizo, por ejemplo, AOL cuando adquirió Time Warner. El problema de no aprovechar esa prima en materializar operaciones es que, si está por encima de la media, tiende a bajar y es difícil mantener la acción. Es lo que ha ocurrido con muchas empresas de Internet.
Cuando, por el contrario, la empresa está por encima de la media en el valor fundamental, el problema es que se convierte en una presa apetecible, objetivo de aquellas compañías dispuestas a comprar.
Lo intangible
Detrás del valor fundamental está todo el negocio: una buena cuenta de resultados, un buen nivel de deuda, de crecimiento..., pero ¿qué hay detrás de algo tan intangible como una prima de expectativas? Según BCG, esa prima está respaldada, entre otras cosas, por una buena marca, el poder de innovación de la empresa, la adecuación de la gestión con el perfil del accionista y algo que muchas veces se descuida: un buen flujo de comunicación entre los accionistas y los gestores de la empresa. Todos ellos son factores sobre los que los gestores pueden incidir, pero además hay otros externos sobre los que la dirección no tiene el control, pero que sí puede conocer y medir para responder adecuadamente. Esos factores incluyen, por ejemplo, el crecimiento económico, la estabilidad geopolítica, tendencias demográficas y sociales, política fiscal, regulación del sector o dinero disponible en el mercado.
'Una gestión efectiva de las primas ofrece importantes oportunidades para las empresas', dicen los responsables de BCG. 'Sin embargo', continúan, 'es el valor intrínseco del negocio actual lo que cuenta. Las primas, un fenómeno del mercado de capitales de relativo corto plazo, pueden ser influidas y utilizadas, pero sólo si el valor del negocio está encaminado. Las primas de las empresas individuales son, a la larga, el resultado de la creación de valor del negocio actual'.
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