El arte de la mentira
Platón expulsó de su República a los artistas que imitaban los objetos por ser falsarios, ya que para él los pintores que reproducen las apariencias se alejan doblemente de la realidad, al representar la imagen de un objeto que, a su vez, no es más que una imitación limitada de un concepto. Sí, los artistas mienten. Buena parte del arte contemporáneo, al alejarse de la narración y prescindir de la alegoría, ha trazado un camino abstracto y esencialista que se distancia de la representación de historias y, por tanto, de la tentación de mentir. Pero no todos los artistas han renunciado al placer de la mentira.
Fernando Bellver (Madrid, 1954) es uno de esos artistas que han insistido en trabajar con el engaño como tema del arte, construyendo falsos objetos arqueológicos o suplantando realidades ambiguas, de tal manera que se complace más en enseñar el truco de prestidigitador que en generar en el espectador la sensación de que es capaz de crear un mundo mágico. En este sentido, más que un falsario, es un desmitificador de aquellas ideas románticas del arte como redentor y del artista como genio creador.
FERNANDO BELLVER
Fotocollages Galería Max Estrella Santo Tomé, 6. Madrid Hasta el 15 de enero de 2002
Para 'idear' sus representaciones utiliza, en muchas de sus últimas obras, la fotografía y la radiografía, dos técnicas que suelen servir para acreditar la verdad exterior e interior de las cosas. Precisamente esa condición de veracidad documental es la que le permite mostrar la trama de la mentira. Aunque en la obra de Bellver se detecta una filosofía del hacer y se aprecia una reflexión sobre el acto de dar forma a las imágenes, no es la suya una obra de carácter filosófico, sino, más bien, paradójico. Nada es exactamente lo que parece.
Se aprecia un abuso y perversión de los medios técnicos, particularmente de la imagen fotográfica, tanto cuando es mostrada en su forma habitual sobre papel como cuando adopta la apariencia de radiografía. Veamos, por ejemplo, esas sobrias fotografías de unos desnudos femeninos que han sido troqueladas siguiendo contornos repetitivos, con la forma de mariposas en el momento de abrir las alas. Las siluetas troqueladas y las imágenes de las mujeres son independientes, lo que proporciona una sensación de movimiento, ya que no queda claro en qué plano debe detener la mirada el espectador. Por su parte, las radiografías no dejan de ser menos inquietantes, puesto que muestran un supuesto interior de las cosas, incluida la figura del artista. En todas estas obras se aprecia una manipulación que tiñe con un velo de humor lo evidente, haciéndolo distante e irreal en su exacerbado realismo. Este tono de burla cobra toda su intensidad en el Retrato de artista contemporáneo para el que el propio Bellver ha posado ante el radiólogo.
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