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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Onnasch: el coleccionista como artista

Debemos asumir que Gustave Flaubert fue un temperamento profético que hoy despertaría las iras de los que defienden un arte imitador de formas. Existe un párrafo en La educación sentimental que es capital para entender el desafiante arte poshistórico, caracterizado por la indiferencia hacia esa naturaleza monista que acepta el mundo sin cuestionamientos. En una de las tertulias en casa de los Arnoux, Pellerin, un escritor de terrible lengua, exclama: 'La preocupación por la verdad exterior denota la vulgaridad contemporánea; si continuamos por ese camino, el arte se convertirá en algo por debajo de la religión como poesía y de la política como interés. Ustedes no alcanzarán su objetivo con pequeñas obras a pesar de todas sus sutilezas de ejecución (...). Sin idea nada hay grande; sin grandeza no hay belleza; el Olimpo es una montaña. El monumento más grandioso será siempre las pirámides. Vale más la exuberancia que el gusto, el desierto que una acera, y un salvaje que un peluquero'. Afirmaciones que podrían contestar la insistente pregunta acerca de la moralidad comercial y el interés de las recomendaciones de algunos ricachones dictadores del gusto que diseñan el camino del artista desde el taller hasta la inauguración.

COLECCIÓN ONNASCH. ASPECTOS DE ARTE CONTEMPORÁNEO

Macba. Plaça dels Àngels, s/n Barcelona Hasta el 24 de febrero

EDICIÓN AGOTADA

Archivo de Guy Schraenen Macba. Hasta el 6 de enero

Existe un tipo de coleccionistas que se equipara al que escribe, crítico o literato, y que aparece en la sociedad como mentes excéntricas que lanzan retos. A lo largo del siglo XX surgieron grandes mecenas capaces de convertir los oasis culturales en fuentes de la imaginación: el conde italiano Panza di Biumo o los alemanes Peter Ludwig, Karl Ströher, Frieder Burba, Ingvild Goetz, Josef Fröhlinch o Reinhard Onnasch, por mencionar algunos europeos, han inhibido a los gobiernos en la compra de obra para los museos; así, las instituciones han sacado provecho de la disposición de estos filántropos inclasificables, por otra parte tan buenos -si buscan lo inusual- y tan necesarios como los artistas.

El caso del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) es paradigmático. Después de quejarse del poco dinero que recibe del capital privado y de la indolencia institucional, su director, Manuel Borja-Villel, ha decidido hacer de Indiana Jones, buscar el buen paño en otras arcas y poner cara y ojos a las abstractas finanzas de un coleccionista ejemplar, Reinhard Onnasch (Görlitz, 1939), dejando en evidencia el poco entusiasmo de las congeladas fortunas de los patronos de la fundación Macba. El espíritu del romántico Pellerín vuelve a fluir en los desiertos de la contemporaneidad, hasta el punto de que las 180 piezas seleccionadas entre las 1.500 que componen la Colección Onnasch producen el intangible placer de las ideas envueltas en la aureola de la autoridad de autores considerados imprescindibles para entender el arte de este siglo.

Reinhard Onnasch, constructor y empresario que en 1968 abrió una galería de arte en Berlín, cree haber hecho un 'inventario' más que una colección. Afirma que empezó sin ser un experto y que nunca ha tenido éxito como galerista. Descubrió que amar el arte y ganarse la vida con él no era exactamente lo mismo. Pero el lucrativo negocio inmobiliario le procuró ingresos. Sus obras están depositadas en museos de Bremen, Hamburgo, Mönchengladbach y en un almacén de Colonia. El Macba se sumará pronto a esta lista si se llega a un acuerdo, pues su línea programática tiene puntos en común con esta colección basada en individualidades artísticas europeas y americanas de la segunda mitad del siglo XX.

Borja-Villel ha hecho coincidir

la exhibición de la colección Onnasch con la del belga Guy Schraenen: Edición agotada. La exposición muestra una selección de materiales -más de 700 obras y documentos- del Archive for Small Press

Frente a estas dos colecciones es posible hallar la influyente distincin de Walter Benjamin entre obras de arte que poseen un aura y obras de arte logradas por medios de reproduccin mecnica. Un ejemplo: si el conjunto de Bremen descubre un spoerri como un bodegón hecho de cartulinas y etiquetas de bebidas, Onnasch desafía las leyes de la gravedad en Cuadro trampa, con las sobras de otro almuerzo spoerriano dispuestas aleatoriamente. El sentido es el mismo, pero nuestra forma de relacionarnos con ellas diferente.

La colección Onnasch se centra en el expresionismo abstracto norteamericano, el pop art, el nuevo realismo europeo, el minimal y el conceptual. El visitante puede perderse en cuerpo en la 'pesadilla brechtiana' de Kienholz, Roxy (1968) -considerado el primer environment- y encontrarse en alma entre las fantasías cornellianas de George Brecht, o en las maravillosas instalaciones de neón de Flavin, las primeras placas de acero de Serra, las esculturas circulares de Michael Heizer o las descomposiciones de Dieter Roth. Más asombros frente a los cartones corrugados de Erwin Heerich, las figuras blancas de Segal, las geometrías fosforescentes de Peter Halley, los Clyfford Still, tan liberadores, y las voluptuosidades de Morris Louis. No olvida Onnasch el arte pop, aquella respuesta solemne al expresionismo de la Escuela de Nueva York. La hoz y el martillo y las pinturas Campbell de Andy Warhol, un wesselmann impagable (Great American nude) y el alfabeto en forma de polo a punto de derretirse de un surrealista desplazado, Claes Oldenburg, con algunas de sus barrocas soft sculptures, reconcilian al visitante con el poder del museo de albergar un arte exigente y profundamente emotivo.

'Peregrino', (1960), pintura de Robert Rauschenberg
'Peregrino', (1960), pintura de Robert Rauschenberg

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