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Columna
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Pililas

Una sección de lo Contencioso Administrativo del TSJA ha acordado la suspensión cautelar de una Orden de la Consejería de Salud por la que se establece la obligatoriedad para las farmacias de disponer de preservativos y píldoras de las del día después. Cuando se conocen estas resoluciones judiciales entran ganas de tomárselo a guasa y decir eso de 'una más de jueces'. Como no ha bastado la broma que han gastado al pastor granadino de la manzanilla, ahora van y la toman con los que se quieren colocar una funda en la pilila.

Sin embargo, con guasa y sin ella, la realidad es que estas resoluciones constituyen un freno a los cambios que se han operado en nuestra sociedad en temas tan importantes como el derecho a decidir cuándo se tienen hijos y a disfrutar de un sexo seguro. Su regulación afecta al sistema sanitario público andaluz y, en buena parte, depende de las oficinas de farmacia. De ahí que la eficacia de la política sanitaria con resoluciones como las de Granada no parece que esté asegurada. El interés público y el derecho de los ciudadanos parece quedar subordinado a un interés individual o de grupo, cuando la regla general es la presunción de licitud del acto administrativo -la Orden-, que se ciñe a la OMS.

Por ésta, y alguna razón más, puede pensarse que la resolución judicial, que está conociendo de normas civiles, se está interpretando y aplicando conforme a las opiniones de la Conferencia Episcopal o de los Obispos del Sur. Unas opiniones que no son fuente de derecho, ni siquiera eclesiástico.

En cualquier caso, pensamiento o coincidencia, no es nada nuevo. Algunos jueces, después de la entrada en vigor de la Ley de Divorcio de 1981, dictaron sentencia negándose a resolver matrimonios 'porque lo que Dios había unido el hombre no lo podía resolver'.

Tal vez, y para evitar suspicacias, podría trasladarse la objeción teórica de algunos boticarios -uno de los recurrentes no tiene botica- a algunos jueces, actuando como causa de abstención. Así, cuando exista riesgo de que las creencias religiosas, o en otros mundos, pudieran influir decisivamente en la interpretación de las normas de aquel en el que viven, no tendrían necesidad de pasar ningún mal trago.

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