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Reportaje:

Dos crímenes oscuros y un solo móvil

La Guardia Civil cree que el asesinato de un cabo en el cuartel de La Salve y el de otro agente en Mungia los cometió un funcionario con ánimo justiciero

Jorge A. Rodríguez

Dos asesinatos misteriosos y un solo móvil generado en la cabeza de un mismo hombre. La Guardia Civil cree haber establecido fehacientemente la relación entre la violenta y oscura muerte de uno de sus agentes en el interior del cuartel de La Salve (Bilbao), ocurrida el 26 de septiembre, y el hasta ahora inexplicado crimen de un guardia retirado ocurrido días antes en Mungia (Vizcaya). Fuentes de la investigación aseguran que J. L. G. B., un agente con problemas psicológicos que fue detenido la semana pasada, cometió supuestamente los dos asesinatos al creerse poseído por un ánimo justiciero que le obligó a castigar, por sus comportamientos violentos a sus dos víctimas.

El crimen de La Salve fue descubierto a las seis de la mañana del 26 de septiembre. El cuerpo del cabo Manuel Villa Villa, de 36 años y natural de Pola de Siero (Asturias), fue hallado por varios agentes en medio de un charco de sangre y con grandes destrozos faciales. El autor se había entretenido en empapar la sangre con toallas y, según las primeras inspecciones oculares, en extraer las balas del cadáver.

Los investigadores pensaron inicialmente que el asesinato había sido cometido con un arma de pequeño calibre y que la víctima había sido golpeada previamente con brutalidad. 'Desde el principio se pensó que había sido un miembro del cuartel, ya que no parecía posible que alguien de fuera se colara en un sitio tan vigilado, cometiera el crimen y saliera sin más', indicaron fuentes de la investigación.

Análisis posteriores permitieron constatar que el crimen fue perpetrado con un arma de gran calibre, disparada a corta distancia de Villa, y que el cuerpo presentaba orificios de salida. Eso sí, el autor había recogido los casquillos. 'Creímos que había sido asesinado con un Cetme', según las fuentes citadas. Los agentes de la Salve fueron interrogados por investigadores de Asuntos Internos y de la Unidad Central Operativa (UCO). El ahora detenido, que estaba de baja psicológica, negó haber estado el día de los hechos en el cuartel, algo que no cuadraba con los testimonios de otros agentes.

Las pertenencias de J. L. G. B. fueron revisadas a conciencia. Entonces, surgió la pista incriminatoria. Los investigadores hallaron en una mochila lo que parecía una gota de sangre. Los análisis de laboratorio permitieron comprobar no sólo que era sangre sino que la secuencia de ADN coincidía casi milimétricamente con la de Villa, precisaron las fuentes consultadas.

Este dato, no siempre aceptado por los jueces, junto a otros ya obtenidos, llevaron a la detención y posterior encarcelamiento del agente. Quedaba por aclarar si J. L. G. B. tenía alguna relación con la muerte de L. R. G. L., natural de Boal (Asturias), asesinado en su casa de Mungia (Vizcaya) a mediados de septiembre. La mujer del detenido había trabajado de canguro para el anterior, retirado del servicio y que estuvo casado con una alférez de Sanidad del instituto armado.

La pista la dio otro agente. Tras conocer la detención de J. L. G. B. recordó que por las fechas del crimen de Mungia, su compañero le pidió prestada su arma, sin que le aclarase nunca para que la quería. Las fuentes de la Guardia Civil consultadas aseguran que ya se ha establecido que el asesinato de Mungia fue cometido con esa pistola. La comparación entre las trazas y marcas características entre un proyectil encontrado en la escena del crimen -cada pistola deja en las balas señales únicas, diferentes a otras de idéntica marca y modelo- y las que dejaba el arma prestada demostró que eran idénticas.

Quedaba establecer el móvil, lo más difícil, ya que el agente detenido no ha confesado. Inicialmente se pensó que quizás ambos casos estaban relacionados con un asunto de drogas. No pudo establecerse. Posteriormente, se indagó en el perfil psicológico del detenido. Éste era conocedor de algunos comportamientos violentos sostenidos en el tiempo por sus dos víctimas, por lo que decidió que alguien tenía que hacer algo para que no maltrataran a nadie más. 'Estamos convencidos, tras ver los estudios psicológicos y psiquiátricos, de que actuó por un ánimo justiciero que se había creado, para que no volvieran a pegar a nadie. Es la obra de un desequilibrado', según fuentes de la investigación.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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