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'Tengo 26 años y me muero poco a poco'

El Cojo. Un día, sin motivo aparente, los amigos empezaron a llamarle El Cojo y Eduardo Abéngozar, estudiante de periodismo, no entendía por qué. Porque tiras una pierna más lenta que la otra, le embromaron. Eduardo iba a tener constancia, muy pronto, de que algo raro pasaba en la pierna y, más tarde, en otros lugares de su cuerpo. 'Ciertos síntomas extraños', dice ahora, recién sentado en una silla de ruedas para siempre [un siempre breve y mortal]. Recuerda también que le diagnosticaron la ELA 'tras un arduo periodo de lucha médica y personal'.

'Era la primera vez que mi familia, mis amigos y yo oíamos hablar de esta enfermedad. Mi ELA es la denominada esporádica, como en el 90% o 95% de los casos, es decir, la que aparece de repente, sin ningún antecedente familiar. Si a ustedes les suena fuerte, pueden hacerse una idea del choque que provocó en un joven como yo, con toda la vida por delante', explica Eduardo. Lo ha hecho por escrito, con la raza de periodista que no va a poder ejercer jamás. Dedicará los pocos años que le quedan a las reivindicaciones de ADELA.

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'Me han condenado a muerte'

'Todo empieza por sorpresa, con un tropezón absurdo, con una caída por las escaleras, y de golpe asoma la muerte sin remedio, y te preguntas: ¿por qué me ha tocado a mí?'. Le duele también, ahora mismo, el abandono que percibe y contra el que pelea. 'No entiendo el desconocimiento social ante una de las enfermedades más crueles del panorama sanitario. Sólo tengo clara una cosa: me estoy muriendo poco a poco y nadie, ni médicos ni, sobre todo, instituciones públicas, hacen nada por evitarlo', dice.

Eduardo Abéngozar no pide imposibles, ni los espera. Sabe que vive los últimos años de su corta existencia y lo dice con la pasmosa serenidad de algunos condenados a muerte. 'Sé que hoy por hoy mi enfermedad no tiene cura. Pero quiero vivir de la forma más digna y placentera posible. Tengo ese derecho, como todo ser humano', explica antes de levantar su dedo acusador contra 'la sanidad pública'. 'No presta una atención integral que haga menos duro el proceso que me queda por vivir. Por eso quiero dar a conocer la problemática de los enfermos de ELA, nuestra indignación, nuestro miedo terrorífico ante la inoperancia de las instituciones'.

'Condenado a la peor de las muertes', a Eduardo Abéngozar no le importaría hacer de conejillo de Indias para que otros pudieran beneficiarse de avances médicos experimentados en él. Y reclama, además, su derecho a la eutanasia. 'Ya que estamos condenados a morir, queremos ser nosotros quienes decidamos cómo y cuándo. Ya que no nos dejan vivir como seres humanos, déjennos al menos morir con dignidad'.

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