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La policía controló cuatro citas de los presos huidos, pero éstos no acudieron

200 personas increpan a los prófugos en Rubí

Los cuerpos policiales intentaron la detención de Manuel Brito y Francisco Javier Picatoste en cuatro ocasiones, pero todas se frustraron porque los dos presos huidos no acudieron al lugar donde se presumía que debían ir. En la mañana de ayer los acusados pasaron a disposición del juzgado de Rubí, donde les esperaban unas 200 personas que les increparon al grito de 'asesinos'. Anoche el juez acordó que los prófugos volvieran a la cárcel.

En este puzzle singular que son los 33 días de huida de los dos presos empiezan a encajar las piezas. Todavía faltan algunas, pero con lo que hay basta para asegurar que esta historia de policías y delincuentes es una de las más peculiares ocurrida en los últimos años en Cataluña.

- Intentos frustrados. La Guardia Civil y los Mossos d'Esquadra montaron el 19 de octubre el primer dispositivo para detener a los dos prófugos. A la policía autónoma le llegó una información de que atracarían un furgón blindado ese día por la tarde -era viernes-, cuando regresara con la recaudación de unos supermercados. El operativo falló porque no acudieron los presos buscados.

Lo mismo ocurrió el 28 de octubre. Ese día era domingo y según las informaciones recogidas, Brito y Picatoste acudirían a un campo de fútbol de Sant Pere de Ribes donde jugaba un partido el hijo de un supuesto narcotraficante. El operativo tampoco tuvo éxito y nadie ha podido concretar quién es ese narco, ni tan siquiera si existe. Ahora se ha sabido que los dos delincuentes vencieron a pie y al cabo de 48 horas el cerco policial que se montó en Lleida el 14 de octubre, cuando Picatoste disparó contra los dos mossos que custodiaban a Brito en el hospital Arnau de Vilanova. Ante el cambio de planes, abandonaron el BMW que había robado Picatoste para hacer posible la huida.

La tercera operación frustrada que ha trascendido es del pasado día 15. Dos días antes, los prófugos ya habían matado a un joven de 23 años y violado a su novia, en el término de Cerdanyola. El Cuerpo Nacional de Policía montó un dispositivo en la ronda de Dalt, en el barrio de Verdum, de donde es Brito. Tampoco fueron. Al día siguiente, 16 de noviembre, se les esperaba en un almacén de Sabadell. Pero tampoco acudieron. Estaban en el Tibidabo, donde fueron detenidos a las 21.50 horas cuando fueron a una cita. Quien no se presentó entonces es quien teóricamente debía ayudarles. La información que ese día aportó la Guardia Civil a los Mossos d'Esquadra no falló.

- Amantes y con sida. Brito y Picatoste mantenían desde hacía meses una relación sentimental que se inició en la cárcel de Lleida, donde se conocieron y donde cumplían condena, el segundo en régimen abierto. Picatoste tiene anticuerpos del sida. A Brito no se le han apreciado en los análisis que se le realizaron en la prisión, aunque existe una fase latente en la que no se detectan en las pruebas. La supuesta violación de la chica ocurrida el 13 de noviembre la materializa Brito, según ha declarado él mismo. También se ha confesado autor de los disparos que acaban con la vida de Sergio, de 23 años, el novio de la muchacha.

- El sobrino del inspector. La víctima mortal es sobrino de un inspector de la Brigada de Homicidios de Barcelona que ese trágico día estaba de guardia. Por esa cuestión de azar, la persona que acudió con el juez a levantar el cadáver no era otra que el tío de la víctima.

- Los cómplices. Una de las piezas principales que falta por encajar es saber quién o quiénes han ayudado a Brito y Picatoste en su huida. Se sabe que a mitad de camino entre Lleida y Barcelona, en un punto sobre el que los prófugos no se ponen de acuerdo, dejan de huir a pie y les recoge un vehículo que después les deja en Collserola, donde vivirán escondidos unas tres semanas. Todo indica que esos cómplices son quinquis de medio pelo, seguramente dos, conocidos de la infancia de Brito y del barrio del Verdum.

- El otro señor X. Brito y Picatoste han explicado que su futuro no pasaba por huir de España, sino por seguir trabajando en Cataluña por encargo. El nombre de esa supuesta persona que los habría convertido en delincuentes e incluso asesinos a sueldo probablemente no se sabrá nunca.

- El hermano de Brito. Si el plan inicial no se hubiera truncado y la huida en el BMW hubiera salido adelante, a Brito y Picatoste no les habría faltado de casi nada para proseguir con su fuga. En Santa Maria del Camí, muy cerca de Igualada, el padre de Brito tiene una pequeña casa y allí dejó todo tipo de objetos David Brito, hermano del huido. Desde botas de montaña, hasta alimentos y mochilas. Este cómplice fue detenido la semana pasada y puesto en libertad con cargos. Al final se truncó el plan y Picatoste tuvo que tirar de las 200.000 pesetas con las que empezó la huida para pagar a los que les iban prestando ayuda en esos días. Al ser detenidos iban con lo puesto y mil pesetas en monedas.

- Falta una pistola. El arma que dejó parapléjico a un mosso d'esquadra e hiero gravemente a otro es un revólver del calibre 38. El mismo que utilizó Brito para matar al chico en el término de Cerdanyola. Después de disparar contra los dos agentes, los presos les robaron sus pistolas automáticas, pero sólo una ha sido recuperada. Los detenidos afirman que la han perdido en la fuga.

- El futuro. El panorama que afrontan los dos prófugos es casi tan oscuro como el que han dejado en las familias de las víctimas. Estarán en cárceles separadas.Uno en Brians y el otro en Quatre Camins, donde entraron anoche tras declarar en el Juzgado de Rubí. Además, se les aplicará el primer grado penitenciario, el más duro que prevé la ley. Participarán en muy pocas actividades en la prisión, siempre en un grupo máximo de tres personas y estarán muy, muy vigilados. Las críticas desde diversos sectores sociales que provocó la fuga no hacían prever otra cosa.

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