El reto de China: adaptarse para crecer
China se prepara para dar el último paso en su transición al capitalismo en un momento de crisis económica mundial
Para un ejecutivo chino, lo importante en un telefóno móvil no es tanto que sea el último modelo de Nokia, Ericsson o Motorola como que su numeración incluya un seis (símbolo del infinito) y un nueve (longevidad). Esta misma superstición lleva a los conductores a pagar sumas astronómicas por una matrícula con un ocho (el de la riqueza). Para hacer negocios en China, los inversores extranjeros se enfrentan a singularidades como ésta. Pero sobre todo deberán de estar pendientes de que Pekín sea capaz de cumplir su compromiso de adaptarse a las reglas internacionales tras su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC), aprobado la semana pasada en la cumbre de Qatar.
'Sólo es el final del principio', indicó Long Yongtu, negociador jefe de China frente a la OMC. Los aranceles se reducirán del 15% al 7% y el sistema financiero se abrirá, poco a poco, al exterior. La transformación, no obstante, no será sencilla. Los analistas estiman que el mayor reto será para el Gobierno, que tendrá que revisar o modificar más de 1.000 documentos legales para adaptarlos a las reglas de la OMC.
El Gobierno tendrá que modificar más de 1.000 leyes para cumplir con las reglas de la OMC
La amenaza de recesión en las mayores economías mundiales no facilitará los cambios. El crecimiento de China ha rondado el 9% en los últimos años y la actual desaceleración mundial no ha impedido al país crecer al 7% en el último trimestre. 'Muchos argumentan que ese 7% es bastante, pero no', puntualiza Andy Xie, economista jefe de la zona del Asia Pacífico de Morgan Stanley. 'No deberíamos de olvidar que el actual nivel de crecimiento es insuficiente para resolver los problemas sociales de China, como un superávil de fuerza laboral masivo'. Xie calcula que ese debe crecer al menos a un ritmo del 10% para cumplir sus objetivos.
La distancia que separa a los pobres de los ricos se encuentra entre las más altas del mundo. En la actualidad, hay 120 millones de personas que viven por debajo de la línea de la pobreza. La economía de las ciudades es robusta. Pero las deudas y prácticas agrícolas anticuadas ahogan a las zonas rurales.'Antes, con un poco de suerte había una máquina de coser y una bicicleta en las casas; ahora todos tienen televisión y nevera', dice Jia Zhi Ping, empleada de una agencia de viajes que vive en Guangzhou, capital de una de las provincias más prósperas.
De lado de los inversores extranjeros, la inseguridad legal, en especial en lo referente a la propiedad intelectual, constituye la máxima preocupación. 'Las reglas que se utilizan a nivel internacional tienen poca aplicación en China', explica Guillermo Díaz Sevilla, representante del Banco Atlántico en Hong Kong. Este banquero cuenta que las entidades financieras extranjeras manejan listas negras de sucursales chinas con las que jamás trabajarían porque no garantizan la seguridad de los pagos.
El potencial chino es, no obstante, enorme y compensa todas las dificultades, y así lo han visto empresas como la farmacéutica Bayer que va a destinar aquí la mayor inversión de su historia. Y es que en China está casi todo por hacer, sobre todo en infraestructuras. Shanghai, centro financiero emergente con que hace temblar a plazas tan poderosas como Tokio o Hong Kong, cuenta ahora con tres líneas de metro. En pocos años está previsto que tenga 15. Sólo las inversiones en infraestructuras necesarias en el área de Pekín para los Juegos Olímpicos de 2008 alcanzan 21.774 millones de dólares.
La presencia de las empresas españolas es todavía modesta: unas 150. Empresas como Indra,Alsa, Necso o Chupa-Chups son una avanzadilla. 'Hacer negocios en China pasa por asociarse con una empresa de aquí', explica José Alberto Bekinschtein, responsable de Indra en Pekín. 'China tiene algunos valores comunes y profundamente arraigados que impregnan su cultura, y que se extienden a las prácticas empresariales', explica Ming-Jer Chen, profesor de la Universidad de Virginia. 'No confiaría en que los chinos adoptarán completamente los valores capitalistas occidentales'.
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