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Crítica:CIENCIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En defensa de la racionalidad científica

Martin Gardner pertenece por derecho propio a un reducido y exclusivo grupo: el de aquellos que más se han distinguido en difundir los contenidos y virtudes del conocimiento científico. Durante más de medio siglo ha sido, en palabras de Stephen Jay Gould, 'el faro más luminoso en la defensa de la racionalidad y la auténtica ciencia'. Y de eso, de defender la racionalidad sacando a la luz casos de seudociencia, trata este libro, una recopilación de sus artículos en la revista Skeptical Inquirer.

El espectro de temas incluidos es amplio: entre otros, si hubo o no una estrella que guió a los Magos de Oriente; la crítica de Sokal al posmodernismo; Carlos Castaneda y sus -supuestas- contribuciones a la antropología, o los abusos de la numerología (por ejemplo, en lo que respecta a la Cábala y el número 19). No faltan -más bien abundan- los que se refieren al sempiterno problema de la relación entre ciencia y religión. De hecho, el título del libro está tomado del primer capítulo, en él se considera la cuestión de la dificultad que representan los ombligos de Adán y Eva para los que creen que la Biblia es históricamente exacta: si no los tenían, no eran humanos perfectos, mientras que si los tenían, ello implicaba un nacimiento con parto que según el libro sagrado jamás experimentaron.

¿TENÍAN OMBLIGO ADÁN Y EVA?

Martin Gardner Traducción de Juan Manuel Ibeas Debate. Madrid, 2001 395 pesetas. 2.995 pesetas

Un problema con esta obra

es la táctica que utiliza su autor. Convencido como está de lo erróneo y peligroso de las creencias que combate, no suele detenerse en presentar los argumentos científicos que refutan tales convicciones y no oculta lo ridículo que las considera; todo lo contrario, busca la descalificación rápida y directa. 'A menudo', reconoce, 'se meten conmigo por ridiculizar las formas extremas de seudociencia, en lugar de tratarlas como si se tratara de investigaciones especulativas serias'. Y todos aquellos que compartimos su punto de vista, quienes nos rebelamos ante tanta superchería, engaño e ignorancia, le comprendemos. Pero, ¿para quiénes se escriben libros como éste? ¿Sólo para los convencidos, para los que 'ya saben', o para los que se mueven en el territorio intermedio de la duda, cuando no para los engañados? 'Me da escalofríos', leemos en uno de los capítulos, 'pensar en lectores que están gravemente enfermos y que pueden estar tan convencidos de que bebiendo orina se curarán todos sus males que no busquen la ayuda médica que podría salvarles la vida'. Pues bien, creer que es sobre todo intentando exponerles al ridículo cómo se convence a aquellos -muchos de ellos desesperados porque no encuentran soluciones siguiendo procedimientos más canónicos- que recurren a 'tratamientos' como la homeopatía, la iridiología (diagnóstico de enfermedades mediante la observación del iris del ojo), la reflexología (el arte de aliviar el dolor y otros síntomas de todas las enfermedades humanas conocidas a base de frotar y masajear puntos reflejos del pie) o la urinoterapia (la creencia de que bebiendo orina se pueden curar todas las enfermedades), y no procurando convencer, es comprender muy poco la naturaleza humana. Y no sólo eso, es, asimismo, no cumplir con la labor de paciente discurso racional que caracteriza a la propia ciencia.

No está, desgraciadamente, libre de errores esta obra, un hecho particularmente doloroso en tanto que afecta a uno de los combatientes más conspicuos en contra del error en la ciencia. Especialmente abundantes son los que afectan al capítulo dedicado a Newton, alquimista y fundamentalista, en el que -entre otras equivocaciones- Gardner se refiere, demasiado oportunistamente, a la 'increíble intuición' del autor de los Principia, que, según él, le permitió realizar descubrimientos que después 'adornó con demostraciones formales y pruebas que tenían poco que ver con las inspiraciones que parecían entrar en su cerebro por pura magia'. Como en tantos otros casos, la 'intuición' de Newton no era sino el fruto, penosamente logrado, de una increíble capacidad de trabajo y reflexión; y de su inteligencia, claro. Tampoco es cierto que 'todos los físicos están de acuerdo en que no existe ninguna posibilidad de enviar mensajes codificados utilizando el fenómeno EPR (Einstein-Podolsky-Rosen)'. 'La famosa paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen' se puede leer en, por ejemplo, el número de marzo de 1998 de Physics World, 'ha conducido a nuevas técnicas, tales como codificación densa y teleportación cuántica, que podrían hacer posible construir computadores cuánticos'. No hay que recordar, evidentemente, que lo que maneja un computador es precisamente información, codificada o no.

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