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Columna
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Lo que buscan

El otro día bajaba por la calle de Trafalgar, sorteando obstáculos y manchándome los zapatos y los bajos del pantalón con el polvo que acumulan y esparcen las excavadoras al remover los escombros. Un paisaje que afecta, como no se recuerda, a buena parte de la ciudad: zanjas, pavimento levantado, suelo picado por la viruela por las picas y azadones, ensanche o reducción de las aceras, sustitución cíclica de farolas y chirimbolos, todo ello en una devastadora operación simultánea.

Un despilfarro presupuestario sin precedente, salvo quizás cuando se hizo la Gran Vía, a principios del XX. Docenas de obreros de todos los ramos de la construcción y la demolición, capataces, especialistas, cuyo número habrá hecho disminuir el censo de parados, de lo que hay que felicitarse. Ahora Madrid semeja a un enorme yacimiento arqueológico en plena actividad.

Bajaba por la calle de Trafalgar, en mi barrio de Chamberí, y estuve a punto de fracturarme el tobillo en un hoyo disimulado por la hojarasca otoñal. Me previno a tiempo un peatón, más perspicaz o conocedor de la trampa; le di las gracias y, sin detenernos, entramos en conversación. Algunos suponen que la antigua y cortés campechanía de los madrileños ha desaparecido y es opinión errónea, quizás achacable a los automovilistas cuyo carácter se ha agriado al conducir por esta gincana manchega del tráfico rodado. Pues no. Se pega la hebra con cualquiera, sin distinción de edad, sexo, religión -quien la tiene-, etnia o simpatías futbolísticas. Especialmente en la parada del autobús, lugar de prolongadas esperas. El tema más tratado suele ser el de nuestra caótica Villa, cada vez más incómoda y desaseada. El uso de la manga riega se restringe en horarios tempranos, conducta discreta que no se extiende a las tareas de carga y descarga en calles céntricas y estrechas.

Caminábamos el hombre y yo por la calle de Trafalgar, como individuos del mismo barrio, y se me ocurrió expresar la impresión de que el desbarajuste obedece a un motivo poco conocido por el que agujerean el suelo urbano: '¿Petróleo, oro, gas natural, titanio? Algo se busca, sin duda'. Lo consideró, con aire circunspecto, y unos pasos más allá se detuvo para responder.

Los madrileños suelen pararse cuando el debate entra en fase significativa: 'Mire usted, yo intuyo que tiene que ver con el euro; igual que empiezan a aflorar inmensas cantidades de dinero negro encaminado, según la prensa, hacia la propiedad inmobiliaria y la construcción. Es posible que estén haciendo otro tanto'. Necesité una ampliación de la teoría. 'En primer lugar -dijo reanudando el paso-, habría que plantearse si todos estos trabajos son necesarios y exigen que se realicen al mismo tiempo'. 'La verdad -balbucí-, resulta chocante'. Parecía enjaretar cavilaciones difusas. ¿Qué significan estos remiendos? Contratación de abundante mano de obra, alquiler de maquinaria pesada -no es probable que el Ayuntamiento ni la Comunidad dispongan de elementos suficientes-, cesión de contratas a terceras empresas, del sector o ajenas... Una carajal, señor'. Algo confuso, apunté: '¿Usted cree?'. Repuso con cierto aire de suficiencia: '¡Hombre!, lo creo, pero no lo sé a ciencia cierta. ¿Ha notado la frenética actividad de las últimas semanas? Hervimos en celebraciones: el final de la Vuelta a España, Día sin Coches, el de la bici, el desfile militar, la carrera del milenio... Cada uno de estos acontecimientos son asumibles, pero suponen fuertes desembolsos en organización, infraestructura ciudadana, movilización de agentes municipales y molestias para los habitantes. A menos que...'.

Se expresaba bien el vecino, pero yo precisaba una conclusión: 'A menos qué..', le urgí. 'Pues que sea imperiosa y oportuna la salida de eso que llaman dinero opaco antes de que se nos eche encima la moneda europea. Claro que -concedió- las obras públicas, si están bien hechas, las disfrutaremos, y nuestros hijos, y el costo acabará olvidándose. Pasa siempre'.

Al llegar a la calle de Sagasta, él tiró hacia la glorieta de Bilbao y yo me encaminé hacia la plaza de Alonso Martínez. Mascullé para mis adentros: 'Jó, qué invento. No buscan nada, lo han encontrado'.

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