El bombazo de Acuña destruye al Madrid
El Zaragoza se impone en el último minuto con un golazo del suramericano en un mal partido
Por cierta naturaleza contradictoria del fútbol, algunos partidos peñazo, y éste fue uno de ellos, se resuelven con acciones de una belleza imprevista. Y éste también fue uno de esos partidos. Bien al final de un encuentro condicionado por el viento y la ausencia de juego, Acuña superó a Casillas con un lejano remate que describió la parábola perfecta. No se trató de una delicada vaselina, sino de un disparo violento, de algún modo parecido al que marcó Esnáider en la famosa final de la Recopa frente al Arsenal. Por el camino se encontró con alguna ayuda: Guti se desinteró de la jugada, no opuso ninguna resistencia al excelente jugador paraguayo y permitió el remate que tumbó al Madrid, condenado nuevamente a penar en la Liga.
ZARAGOZA 2| REAL MADRID 1
Zaragoza: Juanmi; Rebosio, Aguado, Paco, Esquerdinha; Marcos Vales, Acuña (Chainho, m. 90), José Ignacio, Garitano (Vellisca, m. 68); Juanele (Galletti, m. 77) y Yordi. Real Madrid: Casillas; Geremi, Hierro, Pavón, Raúl Bravo; Figo, Celades, Helguera (Guti, m. 77), McManaman (Solari, m. 58); Raúl y Morientes (Munitis, m. 62). Goles: 1-0. M. 22. Juanele cruza un pase hacia el segundo palo, donde Yordi supera a Pavón y marca con un buen tiro. 1-1. M. 57. Deficiente remate de Geremi desviado por Raúl. 2-1. Aguado supera a Solari en la disputa por el balón, que queda libre para Acuña, cuyo remate violento y parabólico desde unos 30 metros de distancia sorprende a Casillas. Árbitro: Medina. Amonestó a Aguado, Acuña, Pavón, Celades, Hierro y Guti. Unos 32.000 espectadores en La Romareda.
Si había algún apunte de recuperación en el Madrid quedó desmentido frente al Zaragoza. Nunca tuvo el sentido de la urgencia en un momento crucial del campeonato. En la primera parte sólo remató en una ocasión, desperdiciada por Geremi, protagonista masivo del partido. En una tarde en la que la mayoría de sus compañeros parecían ateridos por el frío, Geremi recorrió la banda derecha con una tenacidad admirable. Lástima que en vez de pie tenga una teja. Falló aquel remate sencillo en el primer tiempo y fracasó en casi todos los centros. Pero su persistencia resultó decisiva en el tanto del empate: entró por el callejón del ocho y le pegó muy mal a la pelota, problema corregido por Raúl, que pasaba por allí y desvió la trayectoria del balón con la derecha ante el sorprendido Juanmi. Una jugada sin novedad, por tanto. Cuando Raúl está tantas veces vigilante en el área no se puede hablar de casualidad en esa clase de goles.
El empate llegó en el segundo tiempo. Antes se vio una deficiente primera parte. El Zaragoza se defendió en su campo y el Madrid hizo en La Romareda lo que el Barcelona en el Bernabéu. Tuvo el balón y nada más. A la insufrible rumia le faltaba velocidad y desmarque. La pelota iba de un pie a otro y vuelta a comenzar, con el peligro de algún error en el pase y el contragolpe del Zaragoza, que se encontró con un buena versión de Juanele, que, de forma astuta, se situó entre los centrales y los centrocampistas del Madrid, zona en la que operó con inteligencia y sin mucha oposición. Así se produjo el primer gol. Helguera dejó girar a Juanele al borde del área y no le impidió cruzar el balón al segundo palo, donde apareció Yordi y su instantáneo remate.
No ocurrió otra cosa en el primer tiempo. El Zaragoza siguió su plan con disciplina y el Madrid se entretuvo en la trivialidad de su juego. No hubo noticias de Figo, ni de Morientes, ni de McManaman, de tal manera que las funciones de ataque descansaban fundamentalmente sobre Raúl Bravo y Geremi. Sin consecuencias, por supuesto.
El partido cobró algo de vida tras el tanto de Raúl y con el baile de cambios en los dos equipos, casi todos necesarios. Al irrelevante McManaman le sustituyó Solari, que dio cierta profundidad y daño al ataque del Madrid. Munitis mejoró un poco a Morientes, pero eso no es muy difícil en estos días. En el Zaragoza, Rojo dio con las teclas correctas en Vellisca y Galletti, dos buenos extremos que comenzaron a dar problemas a los laterales del Madrid. A Raúl Bravo, por ejemplo, se le vieron debilidades en el marcaje, sobre todo cuando la regateaban hacia dentro, por su perfil derecho.
El caso es que los cambios afectaron al encuentro. Si un equipo salió beneficiado fue el Zaragoza, que salió de la crisis, recuperó terreno y comenzó a poner en dificultades a la defensa del Madrid. No había, sin embargo, la sensación de que el resultado fuera otro que el empate. Pero llegó Acuña y dijo otra cosa con un gol de bandera.
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