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Columna
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Frío

Llega el frío y se confunde con el estremecimiento que acompaña a la vida desde el 11 de septiembre, cuando el siglo perdió prematuramente su inocencia. El aliento gélido del invierno es redundante, -ya se instaló en el ánimo de la gente hace dos meses- y ahora sólo aporta una escenografía demasiado conocida como para no resultar un tanto extraña. La estructura coral de nuestro mundo se ha enredado en un parloteo de aprensiones que tardará en superarse. Algunos tratan de combatir el miedo saliendo a la calle a proclamar las bondades de la solidaridad entre los pueblos. Su esfuerzo es meritorio, pero no resulta fácil entender cómo puede gestionarse esa propuesta de calor confortable ante un millonario musulmán fanático que ha descubierto la fuerza demoledora del terror masivo y que se esconde en la geografía inhóspita de Afganistán y de la guerra. Llega el frío también, implacable, a los mercados y a las estadísticas. Llega a los gobiernos, a las instituciones internacionales, a las teorías y a los titulares. Llega a la red y poco a poco la seguridad se impone como valor a la libertad mientras la sociedad global se encoge. Hay alguna figura, es cierto, como Tony Blair que crece sobre su estatura de líder en unas circunstancias en las que esas estaturas se ganan para la historia o se pierden para siempre. Ese último es el caso de otros políticos, prisioneros de sus mezquindades y que casi parecen gentes de otra galaxia. Eduardo Zaplana, por ejemplo, se ha empeñado en decir que no hace frío, que la consternación mundial es pasajera y que todo volverá a ser distendido en un abrir y cerrar de ojos. Los portavoces del Consell se esfuerzan en explicar que preparan unos presupuestos muy expansivos porque la coyuntura no es grave cuando, en realidad, se ven obligados a hacerlo, y a defenderlo, porque necesitan justificar unas cuentas que se hinchan de forma imparable con todas las facturas pendientes de una vida pública demasiado alegre. Ocurre, sin embargo, que en el coro de agentes empresariales y sociales que le cantan los méritos empiezan a temblar algunos componentes y hasta el presidente se atreve a sugerir que, a lo mejor, es verdad que hace un poco de frío.

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