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Tribuna:DEBATE | El "patriotismo constitucional" | DEBATE
Tribuna
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Patriotismo sin tribu

Francesc de Carreras

Cuenta Juan Benet en su estupendo libro Otoño en Madrid hacia 1950 como le definían la palabra patria en el servicio militar. 'La Patria es vuestra Madre', les decía el sargento. Y ante las dudas conceptuales de los reclutas, añadía: 'Os lo voy a explicar de una vez para siempre. ¿A que cuando veis a un francés os da rabia? ¿Sí? Pues eso es la Patria'. Quizá simplificaban un poco, pero ésta ha sido hasta ahora la esencia de la idea de patria en nuestro país.

Un patriotismo de corte semejante fue el alemán que, con el tiempo, condujo a dos guerras mundiales, a Hitler y al holocausto. Ante tales consecuencias, ser a la vez patriota y demócrata se hizo imposible tras 1945. Con motivo de la celebración del 30º aniversario de la actual Constitución alemana, en 1979, Dolf Sternberger sugirió la idea de que el orgullo de ser alemanes no debía nacer de su penoso pasado histórico sino del presente, de la nueva Alemania de aquellos años, cuyo mejor símbolo era la Constitución. A eso, dijo, le podríamos llamar 'patriotismo constitucional'. Esta idea cayó en el vacío hasta que Jürgen Habermas la reformuló y popularizó diez años más tarde. El senador socialista Juan José Laborda la introdujo en la política española en una conferencia pronunciada en 1991 y, a partir de entonces, es un concepto frecuentemente utilizado en el debate político. En los últimos días, el PP ha propuesto incorporarla a su programa. Si bien el término es nuevo, su contenido es antiguo, aunque ahora vuelva a estar de gran actualidad. Sin remontarnos a los filósofos estoicos latinos, se corresponde con la idea de nación surgida de la Ilustración y de la Revolución Francesa, de Kant y de Sièyes, entre tantos otros. En definitiva, se trata de integrar a los miembros de una colectividad por medio de valores universales que la cohesionen y no por las particularidades que los separan: raza, lengua, cultura, tradición, costumbres. Frente a un concepto prepolítico y prejurídico de patria basado en un pasado histórico compartido con la voluntad de constituir una comunidad de destino, el patriotismo constitucional propugna una identidad colectiva basada en los valores de libertad e igualdad, de Estado de derecho y de democracia. No se trata de defender la letra de un texto constitucional determinado sino los principios que lo inspiran. Con ello, una colectividad se identifica no por criterios nacionales sino por criterios racionales, no por las características particulares que excluyen a los que no forman parte de la tribu sino por valores universales que permiten incluir a todos.

Ahora bien, ¿hacen falta en una sociedad y en un Estado estos principios integradores? Ciertamente, pueden caber dudas y, desde una posición de liberalismo radical, la respuesta debe ser negativa. Como dice un amigo mío: '¿Patriotismo?, ni el constitucional'. Además, la palabreja es, a estas alturas, francamente antipática. Sin embargo, desde el sentido común puede considerarse que los hombres no somos átomos aislados unos de otros sino piezas de un conjunto que no debe ser incompatible con nuestra igual libertad individual. El patriotismo constitucional soluciona así esta aparente incompatibilidad: permite el libre ejercicio de los derechos individuales y sirve de punto de integración de la diferencias culturales e ideológicas que hoy son propias de toda sociedad, al ser, precisamente, el pluralismo, el respeto a la diferencia y a la diversidad, uno de los valores esenciales del constitucionalismo democrático. Ello resuelve la integración tanto en sociedades pluriculturales -que son todas, dada la intensidad creciente de los flujos migratorios- como en las grandes entidades supraestatales.

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Una crítica frecuente al patriotismo constitucional es su dificultad integradora debido a su frialdad, a su falta de emotividad, sobre todo si lo comparamos con el patriotismo étnico tradicional. La razón es un principio menos primario que los toscos sentimientos de apego a la tierra y de solidaridad de sangre. Ahora bien, en un civilización desarrollada como la nuestra, ¿puede defenderse que emociona más la 'rabia al francés (o al español, catalán o vasco)' que los grandes ideales modernos de libertad, igualdad y democracia? Sin duda, el patriotismo constitucional necesita argumentar más y mejor -es decir, es más difícil de comprender- pero también es mucho más acorde con el mundo del siglo XXI. A mi parecer, la idea de patriotismo constitucional es válida y adecuada para la España y la Europa actual. Lo peor que podría pasarle es que fuera patrimonializada por un partido y los demás la rechazaran por razones de mero tacticismo político. Es una idea transversal, útil desde muchos sectores e ideologías. Ante ciertas reacciones a la propuesta popular, quizás sería bueno no olvidar que el mejor artículo teórico sobre este concepto se debe a Juan Carlos Velasco Arroyo y se ha publicado en el último número de la excelente revista Cuadernos de Alzate que dirige Juan José Solozábal y edita la Fundación Pablo Iglesias.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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