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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Que si el Corán dice esto o aquello

Quizá no haya frase más demoledora para definir el mundo que decir que ha sido, y sigue siendo en parte, una inmensa cárcel de mujeres. Afortunadamente, con el tiempo, algunas celdas han ido quedando vacías. Y en otras, el régimen carcelario se ha dulcificado, ha pasado a la fórmula de régimen abierto, aunque siga siendo cárcel. Pero hay un ala del edificio con todos los habitáculos llenos; un ala ajena a las medidas de relajación. Sus paredes no se dejan penetrar por el aire de renovación de los tiempos. Todo es en ella, más o menos, tan gris y cutre como el tiempo antañón que vio alzar el edificio: es el ala reservada a las mujeres musulmanas. Tampoco es todo igual dentro de la ignominia: al fondo de este corredor de oscuras mazmorras se adivinan, a tientas, las celdas de castigo. Una se llama Arabia Saudí; otra, Afganistán, ahora súbitamente visible ante los reflectores. Habrá más, pero no se dejan ver.

Se está dando Occidente un baño de islamismo después del otro baño traumático, el sanguinolento del 11 de septiembre. Y entre el revoltijo de buenas ideas y de meros disparates que a uno le ha sido dado leer, no puedo sustraerme a un comentario: el recurso al Corán como patente de corso. Entiéndase que en este panorama desolador el meollo no es si algo está bien o no, si obedece a justicia o no. Todo esto parece secundario. El meollo es saber qué dice o no dice el Corán al particular. No se trata de enjuiciar si el burka es un tormento o no. Sólo hay que ir al libro a ver qué dice. Y nos dicen los que lo han leído que no dice nada; lo único, que la mujer lleve cubierto el cabello. Ni siquiera el velo tradicional, algo menos humillante e incómodo que aquél. A mí se me ocurre decir que Dios no puede confiar el honor o decoro de la mujer a un trozo de tela. Y menos si es un bozal. Sería irrisorio. Sea más apropiado decir que el burka y sus adláteres son invención del hombre, quiero decir del macho. Más exactamente: de su instinto de posesión. Ya se sabe, 'la mujer, en casa y con la pata quebrá'. Caer en el juego de que si el Corán dice esto o aquello es inhibición de la facultad de pensar. Y hay que tener el valor de denunciar que hasta en España hay quienes arguyen libro en mano. Incluso, alguna que otra mujer.

También por aquí ha sido costumbre inveterada blandir el nombre de Cristo como coartada para la satisfacción de apetitos inconfesables. Por todas partes han dado las religiones categoría de verdad a la frasecita aquélla, 'del dicho al hecho va un buen trecho'. Pero por un prurito de ser ecuánimes, equidistantes, que en el fondo equivale a no serlo, no se puede negar que a los occidentales el tiempo nos ha ido purgando de excesos. Nuestra historia ha dado el precipitado de un individuo más templado, más laico. No vamos a negarnos el pan y la sal a nosotros mismos por un prurito de progresía verbal. Postizo.

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