_
_
_
_
Entrevista:Fernando Villalonga | Director de la Fundación Telefónica

'El conflicto de la lengua se generó de forma artificial'

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Es más feliz que hace un año?

Respuesta. Estoy más tranquilo. No hay medios de comunicación que me acosen ni tampoco interventores. Estoy en una nueva etapa. Hago el mismo trabajo de siempre, pero en el mundo de la empresa, que es más ágil y más dinámico, aunque con el mismo alcance: la cultura, la acción social... La dirección de la Fundación Telefónica es otro modo de hacer cultura y de hacer sociedad. Es muy importante levantar una sociedad civil fuerte, porque eso comporta tener un país fuerte, y a mayor peso de la sociedad civil, menor peso de la Administración, aunque eso es un ideal.

R. Ya había pedido el reingreso en la carrera diplomática cuando le ofrecieron la dirección de la Fundación Telefónica. ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

'La caída de mi primo Juan me afectó estratégicamente pero no políticamente'

P. Era un reto importante. En ese momento no tenía muchas ganas de salir al extranjero, que es la base de la carrera diplomática, y sí que me apetecía hacer cosas culturales y sociales, como me permitía la Fundación Telefónica. Pero un día volveré a la carrera diplomática, aún soy joven y tengo ganas de hacer cosas. La Fundación me da en este momento las posibilidades que en su día me dio ser consejero de Educación o secretario de Estado de Cooperación Internacional.

P. También fue diputado, aunque parece que no lo recuerda.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

R. Ser diputado de un partido con mayoría absoluta es menos divertido que estar en la oposición. Ha sido una buena experiencia, pero no es lo mío.

P. ¿Le quemaba la inmovilidad del escaño o le pusieron brasas para que se fuera?

R. No, no me pusieron nada. Fui sincero desde el principio y dije que tenía una oferta de la sociedad civil, por lo que no cogí ningún alto cargo. La verdad es que me gusta más la parte ejecutiva que ser diputado, y fuera de la política se pueden hacer muchas cosas.

P. ¿Hasta qué punto la caída en desgracia de su primo Juan, el ex presidente de Telefónica, le ha afectado políticamente?

R. No me afectó políticamente. Sí que me afectó estratégicamente, en el tempus. Eso es verdad, porque no pude entrar a la Fundación en el momento que tocaba. Pero políticamente no, porque no tengo la trayectoria de mi primo. Estoy como estaba. Mantengo unas relaciones muy buenas con Zaplana, con Aznar... No me afectó, como tampoco me afectó cuando mi primo estaba bien, porque mi trayectoria ha ido por vías diferentes.

P. Cuando dejó su escaño dijo que no se trataba de una renuncia definitiva a la política.

R. De momento no tengo ninguna intención de volver, lo cual tampoco quiere decir que eso no se produzca en un momento determinado.

P. ¿De dónde le viene la pasión por la política?

R. Como diplomático siempre he sido un servidor público, pero mi pasión por la política no es diferente a la que tenga cualquier persona ilustrada, con inquietudes o comprometida con su país. A todos nos preocupan los presupuestos, la cultura, la empresa, la economía, el paro...

P. Rosa Regàs hizo el otro día en Canal Plus una encendida defensa de su gestión en la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional. También Ferran Torrent habla de usted y no para. ¿Qué les da a los escritores para tenerlos así?

R. No les doy nada, simplemente los respeto mucho y les dejo hacer. No vi lo de Rosa Regàs, pero es buena amiga y trabajaba conmigo en La Casa América, donde llevaba muy bien el foro literario. Y también Ferran Torrent es amigo.

P. No es muy corriente que alguien del PP tenga ese tipo de amigos. Y mucho menos que estos escritores hagan ese tipo de elogios a alguien del PP.

R. Sé que pienso muy diferente a como piensan ellos, pero coincidimos en muchas otras cosas, como gusto literario y talante vital, aparte del valor que tienen ambos para mí como escritores. No veo por qué no tiene que ser normal.

P. A pesar de vivir en el extranjero mucho tiempo, nunca ha perdido el contacto con la literatura que se hacía en valenciano.

R. ¡Eso nunca! Siempre he estado conectado. Soy de la tierra y soy lo que soy. Soy valenciano. Y además, cuando estás fuera aprecias más tus raíces.

P. ¿Usted las descubrió fuera?

R. No, pero he sido más consciente de ellas. Cuando estás fuera necesitas raíces, vuelves a mirar hacia tu país. Es que yo soy valenciano por los cuatro costados y no lo puedo evitar. Me preocupa mucho mi país.

P. ¿A quién lee más, a Joan Fuster o a Josep Pla?

R. De Pla, me lo he leído casi todo. De Fuster, mucho. Son dos intelectuales de primera línea. Muy diferentes. Con una visión ideológicamente diferente. De Pla me atrae mucho la tierra, el paisaje, la raíz conservadora nuestra, el pragmatismo... De Fuster me gusta mucho su erudición. Fuster es más intelectual y Pla es más escritor. Pla se recrea en la descripción, con un sentido casero de la filosofía y un socarronismo muy de casa, pero con una literatura preciosista. Fuster es más un hombre de ideas, bien expuestas y con mucha erudición. Pero me gustan los dos.

P. ¿Qué opinión le merecen las ideas políticas de Joan Fuster?

R. Me interesa poco el Fuster político. Me gusta el Fuster de la tierra. Sus ideas políticas las encuentro muy coherentes y, además, están basadas en una gran erudición, pero Fuster como político fue un fracaso. Pla, no. Pla fue un masover y tampoco pretendía ser más.

P. Usted ha sido el único consejero del PP insultado en la procesión cívica del 9 de octubre. ¿A qué atribuye esta singularidad?

R. Creo que no soy el primero ni el último, pero eso forma parte de las Fallas. Forma parte de Valencia. Está muy bien porque es parte de nuestra forma de ser mediterránea. En Valencia se pacta todo. No hay terrorismo ni radicalismo. Todo se acaba con una paella.

P. Está muy diplomático. ¿Es cierto que se afilió al PP de Castellón para distanciarse del PP de Valencia?

R. No es verdad. Mi abuelo es de Castellón, por eso lo hice. Además, el PP de Valencia y el de Castellón no están distanciados ni mucho menos. Eso no es verdad: eso es mala fe.

P. No negará que usted encajaba con dificultad en los sectores fácticos de Valencia.

R. Tampoco he sido un hombre de partido, ni tan sólo en Castellón he estado metido en la organización. ¿Encajar menos? También llegué de fuera y eso es normal, pero nunca me he sentido rechazado.

P. ¿Hasta qué punto lo presionaron en la Consejería de Educación?

R. Mucho, muchísimo. Pero es que la Consejería de Educación y Cultura en Valencia es una consejería de presión. Y en Valencia a veces las cosas se hacen a base de presiones mediáticas o manifestaciones de profesores y estudiantes. Está bien que a los políticos les presionen, aunque el político debe saber qué presión responde a una realidad social y cuál responde a intereses muy particulares. También aquí tengo presiones, eh, aunque diferentes.

P. ¿Irse de la consejería fue una opción personal?

R. Me fui porque me ofrecieron la Secretaría de Estado, pero además creo que ya tocaba. Había llegado a un punto que estaba bien el relevo.

P. ¡Si no estuvo ni un año!

R. Bueno, pero se hicieron muchas cosas en el ámbito lingüístico y cultural. Creo que el primer gobierno de Zaplana marcó los ocho años siguientes.

P. ¿La Acadèmia Valenciana de la Llengua cierra la división abierta en la sociedad valenciana durante la transición o es una herida demasiado profunda?

R. La situación es mucho mejor ahora que lo era antes. Incluso sin Acadèmia era mejor que antes. Poner de acuerdo a Xavier Casp y a Albert Hauf es muy importante. Me gustaría que se cerrara ya y que pudiéramos llegar a ser una ciudad normalizada en nuestra lengua.

P. ¿Dónde se ubica ese conflicto, si no existe en el estrato académico ni en el social?

R. Es un conflicto que se generó de forma artificial por intereses muy concretos en la transición, y que se ha arrastrado hasta ahora. No es un conflicto científico, sino político y respondía a muchos intereses. Ahora ya no hay interés en el conflicto. Ya no interesa. Es verdad que los valencianos tampoco tenemos una cultura suficientemente fuerte como para ser conscientes de lo que somos y de lo que hablamos, y eso permite que sea muy fácil hacer demogogia al respecto. Tan fácil que el problema se creó sin que existiera, pero el problema no venía por la lengua.

P. ¿Cuál era el problema?

R. El modelo de estatuto que íbamos a tener y evitar que el nacionalismo de izquierdas llegara a Valencia. Por eso se inventó el problema de la lengua. Pero se ha demostrado que un gobierno del PP puede estar con mayorías absolutas en las Baleares o en la Comunidad Valenciana sin problemas con la lengua. Valencia no ha tenido nunca ningún problema en su encaje con el Estado en ese sentido. Vivimos cómodos en España y en estos años de autogobierno hemos recuperado la sensibilidad por la lengua y la tierra. Hemos perdido mucho tiempo con el problema de la identidad y ahora nos conviene construir el país, hacer economía, tener un AVE y unas carreteras. Es lo que más ayuda a la identidad.

P. Estuvo en Barcelona en la presentación a Jordi Pujol de la Institució Ignasi Villalonga. ¿Su presencia en esta plataforma civil no es un desafío a la linea oficial del PP valenciano?

R. Sólo estoy, junto a algunos primos, en representación de la familia, pero no creo que esto vaya contra el PP porque Zaplana siempre habla del Arco Mediterráneo, que es lo que defiende este foro. Tenemos puertos que son competitivos, pero que pueden ser complementarios, tenemos necesidad de infraestructuras comunes,... Creo que puede ser muy interesante un foro de sociedad civil y de empresariado de los diversos sectores, porque el Arco Mediterráneo también ha de construirse desde aquí. Como representante de la familia estoy muy contento de que se haya reivindicado el nombre de Ignasi Villalonga por los empresarios.

P. ¿Por qué Ignasi Villalonga es más símbolo entre la izquierda que entre la derecha valenciana, que es lo que correspondería?

R. Pues no lo sé porque siempre fue de derechas, y además de una derecha muy católica. También la izquierda hace servir los símbolos como le gusta, pero por qué tiene que ser un símbolo de la izquierda.

P. Quizá porque la derecha no lo reivindica.

R. Pero eso es una utilización. Hay que reconocer los méritos de la persona, por encima de la pelea política. Mi abuelo fue otro político fracasado que se exilió en la empresa. Intentó crear un nacionalismo de derechas en Valencia, a través de la Derecha Regional Valenciana, pero eso fracasó con la guerra civil. No le quedó otro remedio que irse del país o hacer país, y optó por hacer país como se podía, desde la empresa, y fundó el Banco de Valencia.

P. ¿Su exilio es la Fundación Telefónica?

R. ¡Menudo exilio dorado! No, no... Estoy encantado. Mi exilio es Ares de Maestre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_