LOU
Me temo que voy a ser, una vez más, políticamente incorrecto, aunque es peor dejar pasar la fecha sin hacerme eco de algo que, supongo, preocupa a la totalidad de los profesores titulares (TU) de las universidades de esta comunidad que aún no han obtenido el premio de la cátedra, después de más de dos décadas de funcionariado. Empezaré recordando una anécdota personal. En la campaña electoral de las generales del 93, el entonces candidato a la presidencia del Gobierno, José María Aznar, visitó la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia donde mantuvo un encuentro con estudiantes, y, una breve conversación con los profesores del centro que cortesmente acudimos a conocer sus propósitos para la Universidad. 'Espero', le sugerí educadamente al candidato, 'que si llega al Gobierno se tome en serio la reforma de la LRU por lo menos en un aspecto que me parece sangrante: que a quien pretenda ser catedrático en las universidades le baste con su currículum, es decir, los pertinentes méritos, la dedicación y preparación y no tenga que vender', vender, dije literalmente, 'a su madre, o su alma al diablo para conseguirlo'. El candidato asumió la pregunta con educación y seriedad mientras algunos de sus acompañantes hicieron un amago de sonrisa estúpida que la respuesta cortó. 'Mire usted', me contestó el entonces candidato Aznar, 'tenemos el propósito de revisar ese asunto y otros muchos que afectan a la Universidad española con la mirada puesta en la mejora de la calidad de la enseñanza y un mejor rendimiento de la investigación universitaria'. No fue la respuesta que esperaba, desde luego; y hasta la llegada de la LOU -han pasado ocho largos años- la práctica real de acceso a las cátedras se ha endurecido más si cabe corroborando con creces aquella apreciación que tuve la osadía de plantearle al candidato. Por lo que se oye y se lee a los numerosos críticos de la LOU, la ley habría escogido un sistema de habilitación que choca frontalmente con el régimen LRU, que tan excelentes resultados ha dado para el control de la promoción de los TU al escalón superior de la profesión, la cátedra, por parte de grupos organizados para los solos efectos del reparto. ¿O no? Sería bueno, pues, que hoy, día patronal de una huelga que apunta al éxito, hubiera algún acto universitario de reflexión pública y de autocrítica a propósito de las prácticas caciquiles generalizadas que ensombrecen la vigencia del principio de igualdad de oportunidades y de capacidad y mérito en la provisión de esas plazas -las cátedras-, que deberían ser el destino natural de la carrera docente y no el muro infranqueable donde se estrellan las buenas intenciones de los ingenuos, los buenos de corazón, y en fin, las de todos aquellos cuyo consuelo final se limita en la materia a las bienaventuranzas que Jesús presupuestó para el más allá. ¿Y si la LOU, al cambiar el procedimiento de habilitación va y permite que en el interregno de su entrada en vigencia y desarrollo se pueda amnistiar al numeroso y estancado cuerpo de TU, víctima propicia de la conjunción entre escasez y modelo darwiniano de selección, enfrentándoles, después, a un ecosistema sin tantos depredadores? ¿Y si la autonomía universitaria en materia de habilitación de los TU para las cátedras de la LRU hubiese resultado una contumaz trampa para la inmensa mayoría de los TU? ¿Busca la LOU neutralizar las satrapías repartidoras fruto de la LRU? Y, finalmente, ¿qué ofrece la huelga como mejora a las expectativas de promoción de los TU?
vicent.franch@eresmas.net
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