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VISTO / OÍDO
Columna
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El sultán

El pensamiento único varía sin dejar de ser único. Dicen '¡Variación derecha!', y la tropa cambia un cuarto. Decían que el rey de Marruecos era demócrata, liberal: pero se enfadó porque le trataron con desdén el aznarismo y sus voceros, retiró su embajador, y la tropa dice que es dictador y malo. Murió Hassan II y nuestro Borbón lloró. Claro: les veía juntos cuando eran príncipes y salían hacia las chicas de los cabarets de Tánger. Un diplomático español tuvo un disgusto porque dijo a una de las muchachitas que nuestro príncipe era más guapo que el de ella, y la muy patriota se molestó. Ay, he visto la historia. El sultán Sidi Mohamed fue desterrado por Francia a Madagascar: partió con un autobús lleno de esposas, concubinas y esclavas. Se puso Muley Arafa (Muley son todos, menos los que se llamen Mohamed, porque sólo hay un Muley Mohamed: el Profeta), llamado 'el falso sultán', otro lugar común como cuando Mayor Oreja decía 'la falsa tregua' y la tropa gritó '¡falsa tregua!' y se perdió una ocasión de paz.

Llegó la independencia, llevaron al repuesto Sidi Mohamed a París (le vi en un salón de trono improvisado en un hotel de Saint-Germain-en-Laye, recibiendo a los feudales que le habían traicionado: se tiraban al suelo y pedían perdón); volvió con su autobús y sus pasajeras renovadas, se hizo constitucional y se llamó Mohamed V: se compró en Madrid un trono en Loscertales (los sultanes se sentaban en almohadones: el diván) y su hijo, el príncipe Hassan, fue a la guerra contra los que habían luchado contra los franceses: eran rojos. Murió Sidi Mohamed de una operación nasal muy simple, rodeado de los mejores médicos. Una manifestación me cogió en una calle y me señaló la luna redonda: juraban que era la cara de Sidi Mohamed, que había llegado allí, y les dije inmediatamente que sí. Aún la veo en estas noches.

Le sucedió el príncipe guerrero, Hassan II: mandó matar a su preceptor Ben Barka (rojo), que estaba en París; mató su propia mano al asesino, general Ufkir, y fusiló a algunos generales, llenó las cárceles y los exilios; engendró a este Sidi Mohamed, al que aclamamos, una vez más, como restaurador de la democracia, pero cuyos súbditos huyen, ahogándose, para huir de su hambre. Lo que me importa es la nueva variación del tropel español, que ayer amaba y hoy maldice al sultán o rey en nombre del caudillo o jefe de Gobierno: las palabras cambian, las funciones permanecen. No hay censura: hay pensamiento único de 'geometría variable'.

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