Un amor que se rompe
Duras escribió siempre sobre ella misma; y sobre las mujeres en las que se veía a sí; o sobre la mujer. En esta obra de dos personajes -un diálogo con algunas voces externas sobrantes, impuras- es ella la que mejor se describe; él es violento, o sea, viril; y habla fuerte, grita, tira sillas, salta sobre mesas, patea. No quiero echarle la culpa al actor Jesús Noguero, quizá un poco más al director, Eines; pero recuerdo una frase de la gran escritora en otra ocasión: 'Un intérprete no añade nada al texto; al contrario, lo disminuye'. No creo que sea verdad, y sólo se puede decir eso de una mala actuación.
Podría ser en ella, que fue esencialmente textual, novelista, memorialista, diarista; pero cuando se recuerda, por ejemplo, a Jeanne Moreau en algunas de sus interpretaciones en cine, o la pequeña Jane March, no se ve que disminuyan en nada el valor de un texto escrito para ser dicho. Claro que son mujeres. Margueritte Duras no era feminista, que es un pequeño asunto para su idea de la trascendencia y sobre todo nulo para la cuestión de la pareja a la cual -a las cuales-ha dedicado su vida literaria y real. En este caso, la actriz Natalia Millán sí tiene el necesario recogimiento sobre sí misma, los pequeños datos de autocrítica, el misterio querido al que la representación global realista sí puede quitar algo con respecto al original escrito.
La música
De Margueritte Duras (1965). Intérpretes: Natalia Millán, Jesús Noguero. Versión y dirección de Jorge Eines. Festival de Otoño. Sala Ensayo 100.
Ver la interpretación de Natalia Millán, interiorizada, con el dolor hacia dentro, chocando con la exteriorización de Jesús Noguero para que todo sea más imposible, escuchar las palabras escritas por la extraordinaria autora, es un buen regalo de teatro. Los espectadores del segundo día estaban muy satisfechos, y aplaudieron hasta hacer salir repetidamente a los dos actores para saludar.
Babelia
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