'El Monje' decreta su clausura
Zidane se muestra preocupado y decide aislarse para preparar un partido que considera crucial en su carrera
Zidane era un hombre que acudía a los entrenamientos para 'pasárselo rico' jugando al fútbol. Así lo veía el colombiano Edwin Congo, que con ojo agradecido confesó hace unos días que junto al francés se aprende muchísimo. ¿Qué cosa? 'A ser amable, paciente, sensible; a simplificar el fútbol, que puede ser un deporte sencillo; a ser impredecible cuando recibes el balón porque le ves y no sabes si va a arrancar o va a frenarse, si la pasa o se la lleva; y a disfrutar, que esto dura un instante'.
Bueno, así era Zinedine Zidane hasta que comenzó a preparar el partido contra el Barça. Desde el miércoles se le ve reconcentrado, lejano y más silencioso. Hace honor al apodo que le dieron en Italia, El Monje, por su carácter ascético y la coronilla de franciscano.
Una horda de reporteros franceses le esperan cada día a las puertas de la Ciudad Deportiva y él les sonríe y les cierra la puerta de su coche en las narices. '¿Cómo ves al tridente de Kluivert, Saviola y Rivaldo?', le preguntó uno. El 10 le contestó con una ironía seca: 'Lo veo bien'. Y se fue pisando el acelerador.
Zidane era un jugador tranquilo, en paz. Una estrella que llegó al Madrid muy consciente de que ocupa un lugar de meritorio al margen de Hierro y la trilogía de la hinchada: Raúl, Roberto Carlos y Figo. Este papel se aprecia en los entrenamientos, donde Zidane no duda en dejar que Figo se lleve los balones divididos y le busca para darle el pase cada vez que puede. Procura mostrarse reverencial, un poco por evitar el choque de egos, otro porque su olfato le indica que si se asocia con Figo formarán un binomio próspero del que puede depender su éxito.
Zidane, de 29 años, ha decidido cerrarse sobre sí mismo. 'Quiero hablar en el campo', ha dicho por lo bajo. Está preocupado por el conflicto en torno a la convocatoria de Francia para jugar en Australia. Porque le llega justo cuando tiene que lidiar ante una situación que él mismo considera crítica. Porque a nadie más que a Zidane le pesa en la conciencia el no haber conseguido más que una victoria con el Real Madrid: contra el Espanyol y de local. Nadie se siente más responsable de que el equipo no termine de funcionar cuando él está en la alineación y por eso niega comentarios. Hablar de sí mismo lo irrita. Hablar de un asunto tan grave como el Madrid-Barça le resulta superfluo. Lo considera su partido y el fracaso lo atormenta.
Y así entrenó ayer, 'cada vez mejor', según sus compañeros. Cada vez más flaco y con un hilo de sudor chorreándole desde la barbilla.
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