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FÚTBOL | La semana del gran clásico

La belleza azulgrana está en el enganche

Kluivert se convierte en el futbolista capital del equipo por su facilidad para armar el tridente y ayudar a los medios

Àngels Piñol

Y el domingo, ante el Betis, dio, de espaldas, un taconazo al balón para que lo pillara Saviola, que como una flecha lo convirtió en gol. El toque, tan genial, arrancó ohsss de admiración en el Camp Nou y removió la memoria como una moviola. La afición, con ese gesto a lo Laudrup, se convenció, si es que le quedaba alguna duda, de que Kluivert es una de sus joyas. Por mucho que, como sucedió sesenta minutos después, pusiera a la grada el corazón en un puño por estar en un tris de ganarse la expulsión y de perderse el clásico por algo más que palabras con Capi. O como ayer: cuando se temió lo peor después de que un revolucionado Roch emback le diera un terrible zapatazo en el ensayo que no pasó a mayores.

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Tan elegante con su fútbol como espontáneo y sincero -amenazó con irse cuando la junta se planteó el año pasado importar el catenaccio de Capello-, Patrick Kluivert (Amsterdam, 1976) se ha convertido en una pieza vital en el Barça. Tras llegar al Camp Nou de la mano de Van Gaal, el delantero ha madurado con el paso del tiempo y extremado su solidaridad con el equipo -defiende, si hace falta, más que nunca- además de afilado su puntería. Y, quizás, ha aumentado su sentido de la responsabilidad en el campo: durante la lesión de Rivaldo, Kluivert se cargó el equipo a su espalda y marcó cinco goles -cuatro en Europa- de los ocho que lleva este año.

Si Rivaldo es sinónimo de eficacia inhumana, Kluivert, un artista del balón, parece más de este mundo con sus piques o sus fallos -cada vez menos- ante puerta. Superado ya el distanciamiento que tuvo con la afición, muy susceptible por la fuga de Figo, por los problemas de su renovación -dijo que no excluía al Madrid-, el delantero llega al clásico más motivado que nunca. No le faltan razones a este bromista más antillano que centroeuropeo y capaz de compaginar su 1,88 y 81 kilos con la fantasía.

Rexach le ha alejado del área para colocarle de enganche y con la reubicación su generosidad ha encontrado mayor sentido. 'Vamos a ver si podemos meterle miedo al Madrid', proclama. Holanda se ha quedado sin Mundial y Kluivert quiere resarcirse en el Barça. Charly le dio descanso ante el Fenerbhace. Porque, aunque no esté claro si jugará el tridente que completa Saviola -'Creo que jugará el pibito, porque Overmars acaba de salir de una lesión', dice el técnico- no hay duda de que este niño grande, con un solo gol y dos asistencias en seis clásicos, estará en el campo. Endurecido como se ha puesto el equipo, Kluivert, que igual arma al tridente que ayuda a los medios, le da la fantasía al Barça.

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