Alfombras en Afganistán
Todos hemos admirado las famosas alfombras persas, u orientales, es decir de cualquiera de esos países de Asia Central cuya existencia tan recientemente hemos descubierto, pero nunca nos hemos parado a pensar que detrás de esas obras de arte había niños trabajando en condiciones que en Europa calificamos de esclavitud, explotados desde la primera infancia, seguramente por la miseria de sus propios padres, o por las costumbres ancestrales, o simplemente por la ignorancia.
Ahora nos conmovemos cuando vemos, oímos, leemos lo que sucede en Afganistán, o en muchos de esos países de Asia Central. Bastantes de ellos pertenecían a la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sólo ahora empezamos a reconocer sus nombres, a saber de su existencia, y nos conmueve lo que ocurre porque cuando contemplábamos las alfombras no queríamos mirar más a allá.
Quizás a fuer de no mirar mas allá hemos ido colaborando, aún en la ignorancia, en la consolidación en esos países de dictaduras instaladas, algunas, muchas, de tipo religioso y de un fanatismo que asusta y cuando vemos las consecuencias, no sólo asusta, da pánico. Han pasado casi todas estas naciones de la dictadura comunista y colonial a la dictadura religiosa mas brutal, regresando a la Edad Media de propósito. ¿Dónde van? ¿Dónde termina su fanatismo? Alguien me decía: hay que dejarlos y poco a poco se irán moderando, mira en Irán... ¿Y cuál es el precio que vamos a pagar por ello?
No sé las respuestas pero soy consciente de que cuando veía las alfombras, no veía a los niños, y ahora que veo a los niños o a las mujeres ocultas y tratadas como si no fueran personas humanas, ahora no tengo idea de cuál es la salida a toda esta dramática situación. En Asia Central, en Oriente Medio en el Norte de Africa.
Quizás hemos ayudado, en la ignorancia quizás, en la indiferencia también, a que suceda todo esto a lo que ahora nos enfrentamos, pero es también muy cierto que hemos de defendernos, que en este momento todos somos de Nueva York, yo al menos así me siento, y el feroz zarpazo terrorista nos puede llegar a todos en avión o por correo, y de eso en España sabemos, lamentablemente, mucho. Se trata, pues, de legítima defensa, sin duda, y hay que ejercerla.
Pero después, cuando llegue el después, tendremos que tener aprendido que tras las alfombras había niños y habremos de impedir, cual si de otra batalla tan importante como la actual se tratara, que todos estos países permanezcan o regresen a la Edad Media.
Nosotros, Occidente, salimos hace más o menos tiempo de esas terribles, tétricas, oscuras épocas, es nuestra obligación que en el mundo no siga habiendo ni un solo país dentro de esa pesadilla. Hay que replantearse tantas cosas de nuevo... porque donde no hay niños haciendo alfombras, hablo de ese otro mundo, al que llamamos tercero, los hay sacando piedras preciosas de las minas o trabajando de sol a sol en el campo como hace mil años...Todos hemos admirado las famosas alfombras persas, u orientales, es decir de cualquiera de esos países de Asia Central cuya existencia tan recientemente hemos descubierto, pero nunca nos hemos parado a pensar que detrás de esas obras de arte había niños trabajando en condiciones que en Europa calificamos de esclavitud, explotados desde la primera infancia, seguramente por la miseria de sus propios padres, o por las costumbres ancestrales, o simplemente por la ignorancia.
Ahora nos conmovemos cuando vemos, oímos, leemos lo que sucede en Afganistán, o en muchos de esos países de Asia Central. Bastantes de ellos pertenecían a la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sólo ahora empezamos a reconocer sus nombres, a saber de su existencia, y nos conmueve lo que ocurre porque cuando contemplábamos las alfombras no queríamos mirar más a allá.
Quizás a fuer de no mirar mas allá hemos ido colaborando, aún en la ignorancia, en la consolidación en esos países de dictaduras instaladas, algunas, muchas, de tipo religioso y de un fanatismo que asusta y cuando vemos las consecuencias, no sólo asusta, da pánico. Han pasado casi todas estas naciones de la dictadura comunista y colonial a la dictadura religiosa mas brutal, regresando a la Edad Media de propósito. ¿Dónde van? ¿Dónde termina su fanatismo? Alguien me decía: hay que dejarlos y poco a poco se irán moderando, mira en Irán... ¿Y cuál es el precio que vamos a pagar por ello?
No sé las respuestas pero soy consciente de que cuando veía las alfombras, no veía a los niños, y ahora que veo a los niños o a las mujeres ocultas y tratadas como si no fueran personas humanas, ahora no tengo idea de cuál es la salida a toda esta dramática situación. En Asia Central, en Oriente Medio en el Norte de Africa.
Quizás hemos ayudado, en la ignorancia quizás, en la indiferencia también, a que suceda todo esto a lo que ahora nos enfrentamos, pero es también muy cierto que hemos de defendernos, que en este momento todos somos de Nueva York, yo al menos así me siento, y el feroz zarpazo terrorista nos puede llegar a todos en avión o por correo, y de eso en España sabemos, lamentablemente, mucho. Se trata, pues, de legítima defensa, sin duda, y hay que ejercerla.
Pero después, cuando llegue el después, tendremos que tener aprendido que tras las alfombras había niños y habremos de impedir, cual si de otra batalla tan importante como la actual se tratara, que todos estos países permanezcan o regresen a la Edad Media.
Nosotros, Occidente, salimos hace más o menos tiempo de esas terribles, tétricas, oscuras épocas, es nuestra obligación que en el mundo no siga habiendo ni un solo país dentro de esa pesadilla. Hay que replantearse tantas cosas de nuevo... porque donde no hay niños haciendo alfombras, hablo de ese otro mundo, al que llamamos tercero, los hay sacando piedras preciosas de las minas o trabajando de sol a sol en el campo como hace mil años...
Pedro Agramunt Font de Mora es senador del Partido Popular por Valencia.
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