Al final sí había mujeres artistas
Hace ya 30 años, en 1971, la historiadora americana Linda Nochlin formulaba una de las preguntas más pertinentes de las muchas preguntas necesarias con las que ha tenido que enfrentarse la historia del arte en las últimas décadas: ¿por qué no ha habido grandes mujeres artistas?
Se trataba de una pregunta incómoda, pues tras ella se escondía la puesta en cuestión de la historia establecida, lo que nos habían presentado como única e indiscutible, la que se enseñaba y se repetía, la narración particular autoerigida en universal. En otras palabras, la historia impuesta desde Occidente, una especie de club exclusivo -men's only- cuyos miembros eran elegidos con intachable cuidado -masculino, blanco, clase media, heterosexual-. Bien es cierto que de vez en cuando alguna 'singularidad' era admitida, incluso alguna mujer, pero se trataba de las rarezas que todo club elegante debe permitirse en su afán de distinción. Así nuestra historia. Aunque no sólo. Las escasas mujeres que pasaban a formar parte del club de la historia occidental gozaban de ese honor bajo una argumentación tan absurda como repetida: eran 'como hombres', rarezas antropológicas coleccionables.
¿A qué venía, pues, la pregunta insolente de Nochlin? ¿Qué pretendía? ¿Llenar la historia de indeseables, de artistas de segunda fila? ¿Manchar el inmaculado Gran Relato donde sólo las 'excepciones positivas' -Leonardo, Miguel Ángel, Picasso, Matisse..., en pocas palabras el 'genio'- eran consideradas dignas de ser tenidas en cuenta? ¿Quién aspiraría a formar parte de la historia después de las mujeres? ¿Otras clases, otras razas?
Y, sin embargo, 30 años después, en plena época 'poscolonial', la que pareciera una pregunta audaz a primeros de los setenta0 resulta hasta tímida. Lo importante no era la existencia o no de 'grandes' mujeres artistas -'excepciones positivas' otra vez-. El problema último era, más bien, si habían existido mujeres artistas y, de existir, por qué habían sido silenciadas.
A partir de esa consciencia fue preciso ponerse manos a la obra y reconstruir una historia borrada. No era fácil. Había que buscarlas, encontrarlas, rescatarlas, darles primero un lugar en la narración, colocarlas después en las paredes de los museos. Y el trabajo era arduo ya que, secuestrada la mirada por las mismas imágenes tantas veces vistas, al compararlas con los iconos más reproducidos en nuestros libros y nuestra memoria seguían pareciendo artistas 'menores'. No obstante, al cabo de los años nos dimos cuenta de que algunas de ellas podían competir con los 'grandes artistas': todo era cuestión de mirar con la retina limpia. Además, tampoco el hecho biológico de ser hombre garantizaba el éxito, el 'genio' -entre los hombres había artistas de 'primera' y de 'segunda' fila-.
En el momento actual, con la hegemonía occidental hecha añicos, con nuestra historia patas arriba, convertida en una historia afortunadamente más modesta, sin otra pretensión que narrar un relato entre tantos, nadie se plantearía siquiera la esencial pregunta de Nochlin. Claro que había mujeres artistas y algunas extraordinarias -siempre desde el canon al uso que, todo hay que decirlo, necesita aún bastantes puntualizaciones-.
Y hay mujeres artistas también en la historia de nuestro país, claro, pese a que el esfuerzo por rescatar a esa parte olvidada no haya resultado siempre tan sistemático como hubiera sido deseable. En todo caso, este hecho no habla de nuestra falta de artistas en tiempos pasados, sino de nosotros como grupo cultural, un grupo que ha llegado a la 'posmodernidad' -perdón por el término- sin haber pasado por la modernidad; que se ha interesado por la 'teoría poscolonial' sin comprender cómo para revisar la historia al uso hay que reconstruirla paso a paso y encontrar las contradicciones del discruso, rastreando, por ejemplo, la obra de tantas pintoras olvidadas que estan ahí, no cabe duda. Aunque esa operación, naturalmente, es más aburrida que reflexionar sobre producciones actuales, tan a la mano, o leer libros con citas de Lacan. Qué le vamos a hacer.
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