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Columna
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Canguelo

Conocí a Ilham Majuere hace unos meses, en casa de la escritora Concha López Sarasúa. Aquella tarde tuve el placer de presentar la última novela -¿Qué buscabais en Marrakech?- de esa entrañable novelista asturiana, un relato donde la alegoría del viaje de cuatro amigas al sur de Marruecos se engrandece con pequeñas historias, con pasajes y referencias al denostado mundo de Al-Andalus. Después del acto, Concha obsequió a los más íntimos con una excelente cena fría: canapés y cervezas al más puro estilo occidental, y repostería árabe con té de hierbabuena para celebrar debidamente el evento. En aquel salón, aromatizado de sándalo y canciones de Serrat, la escritora me presentó a Ilham. Sólo recuerdo que fue para mí un honor conocer de cerca a esa pintora nacida en Bagdad que había ilustrado con su bella caligrafía apócrifa el libro de mi amiga. Por Concha sabía que Ilham Majure había trabajado en Irak, Beirut, Bahrein y Estados Unidos al lado de prestigiosos arquitectos, que su caligrafía árabe y su obra habían recibido importantes premios internacionales, que sus trabajos de diseño gráfico y sus relieves se exponían en espacios públicos como el aeropuerto de Jedda, en Arabia Saudí y que, en fin, era una artista considerada en ambos extremos del planeta. Desde 1995, Ilham vive en Alicante, lo cual no deja de ser un honor para sus nativos. Pero la razón de esta columna está por encima de esas cuestiones. Se trata de algo tan palmario como que la pintora, con absoluta generosidad, había decidido ofrecer una exposición de su obra en Molina de Segura; toda una concesión a los amigos murcianos. Pero no ha sido así, o no ha habido ocasión para que lo fuera, pues el alcalde y el concejal de Cultura de esta población tuvieron a bien suspender la muestra por un canguelo repentino y políticamente incorrecto. La sala permanece vacía en las fechas anunciadas para la muestra, que fue no inaugurada el pasado 19 de octubre. El miedo escénico genera excusas y mentiras como la endogamia, perros de raza y niños tontos. El ejemplo de Molina de Segura es tan conciliador que apetece llenar de caracteres cúficos la frente de sus políticos y el cielo vecino con versos del Corán.

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