Jacques Rivette y el iraní Babak Payami traen la gran comedia
Jacques Rivette ofrece en Vete a saber un vivísimo cruce de comedia y de tragedia, de puro cine y de teatralidad pura, que hay que situar en el punto más alto de su larga, vasta y eminente obra. Es una película literalmente perfecta que con tan sólo seis meses de existencia alcanza ya resonancias, calidades y ejemplaridad de obra clásica. Completó el gran día otro extraordinario torrente de vitalidad y de humor, el que organiza el iraní Babak Payami en su extraordinaria primera película, El voto es secreto, que venció en Venecia y convenció aquí.
Jacques Rivette dio a conocer Vete a saber en el último Festival de Cannes, en mayo pasado. Y nadie se explicó allí por qué esta obra excepcional, probablemente la mejor elaborada del último tramo de la filmografía de este genial orfebre del cine francés, se quedó sin un lugar en una lista de premios que, junto a excelencias, distinguió a engañosas brillantinas situadas muy por debajo de esta singular comedia cruzada con esquemas de tragedia. Lo que la batuta de seda de Rivette organiza en el complicadísimo, y sin embargo totalmente diáfano, bastidor de Vete a saber tiene la anchura y la hondura de una conquista mayor del cine que ahora mismo crece y provoca la evolución de las pantallas hacia el futuro; y es, sin duda alguna, el filme más solvente de cuantos se han visto en esta Seminci. De manera muy diferente a la de Luchino Visconti -del que día tras día se sigue aquí desgranando su obra y que fundió cine y teatro a golpe de gran orquesta-, Rivette reanuda esa su misma pasión de conquista de una cumbre de la imaginación actual con armas muy distintas, por no decir opuestas.
Para el Rivette de Vete a saber -como ya preludió el fastuoso proceso de creación de un ámbito escénico, de un escenario puro, en La bella mentirosa-, la sustancia del teatro no se incrusta a golpes orquestales en la pantalla, sino que se filtra de manera inaudible y casi invisible, como un humo, por las más delicadas rendijas del tiempo interior de la imagen cinematográfica. Y, paso a paso, sin efectos de golpe orquestal y sin estruendo formal alguno, la más refinada teatralidad y el más exquisito cine van enlazándose, fundiéndose, elaborando caminos y espacios comunes, y abriendo en la pantalla de este magistral filme gozosos, divertidos e inefables cruces de azares de comedia que de pronto se vuelven del revés y, sin solución de continuidad, conforman graves cruces de destinos de tragedia.
Sin fronterasEn una pirueta genial, todos los hilos de la intrincada red de itinerarios de personajes que en Vete a saber se mueven y se entretejen, acaban confluyendo -como los de La bella mentirosa en la ceremonia escénica del jardín- en el escenario donde, con poderes aglutinadores de imán, se representan los bordados de la teatralidad de Luigi Pirandello en su obra Como tú me quieres. Y en las dos horas y media de camino sin vuelta necesarios para llegar a este momento de cima asistimos a una lección de cine sin fronteras, libre e ilimitado.
Pequeño, muy pequeño, pero igualmente libre e ilimitado, es el cine creado por el iraní Babak Payami en El voto es secreto, una mínima película de grandísimo alcance, que está interpretada en estado de gracia por una galería de actores naturales esplendorosos, que nos deslumbran con una comedia de camino incatalogable e inolvidable.
Todo arranca de una imagen completamente insólita. Una mujer desembarca desde una pequeña embarcación de pescadores en la playa de una casi desértica pequeña isla de Kish, en el Golfo Pérsico. La mujer lleva una urna bajo el brazo. Es el día de las elecciones generales y va allí con el encargo de buscar los votos de la gente olvidada y errante de este último y sediento culo del mundo. Y, acompañada de un recluta que la espera para escoltarla, la pequeña, terca e infatigable mujer se las arregla para arrancar luz y democracia de debajo de las piedras de aquel tremendo erial, mientras a este lado de la pantalla los espectadores occidentales volvemos a descubrir completamente perplejos que se puede hacer el cine más caro del mundo con un escuálido puñado de monedas y un enorme morral de talento escondido.
El voto es secreto es la primera película que realiza Babak Payami. Se presentó como segura perdedora en el último festival de Venecia, pero nuevamente el cine iraní dio con ella otra de sus habituales campanadas y salió triunfadora. Dice Babak Payami: 'El trato dado a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría es un asunto muy de mi tierra. En la película la chica protagonista es una mujer que poco a poco va construyendo su libertad'. Y eso, en definitiva, es este emocionante filme, un canto a la libertad.
Dolorosa Emma
Es posible que sea el empuje de su valentía lo que ha llevado a Emma Thompson a meterse en el berenjenal de representar el dolor absoluto, el sufrimiento físico en estado extremo, el infierno de un cáncer terminal. El resultado es Wit, un filme bien hecho, lo que le hace peor, más inaguantable. Lo dirige el estadounidense Mike Nichols, que es competente y lo bastante superficial para que una actriz profunda como Emma tome el mando de la pantalla y con más fuerza si el guión lo ha escrito ella misma. Relata el caso de una mujer enferma de cáncer que se presta a ser cobaya de unas brutales sesiones de quimioterapia. La actriz representa con soltura, y me temo que tal vez con placer, el puro dolor, lo que convierte a su película en un obsceno espectáculo, que no tiene la menor capacidad analgésica y redentora, ni libera, ni crea la menor sensación de alivio, porque se limita a degradar la ficción y reducirla a fingimiento. Hay derroches de refinado oficio en este ejercicio de cine turbio, perverso e inútil.
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