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Columna
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Aquí hay tomate

Con un solo golpe Eduardo Zaplana ha provocado una larga serie de errores encadenados. El anuncio de la creación de una comisión de las Cortes Valencianas para investigar al secretario general del PSPV-PSOE, Joan Ignasi Pla, ha puesto de manifiesto algunas de las debilidades del actual inquilino del Palau de la Generalitat.

Por su esencial importancia, la primera de ellas es el reflejo antidemocrático que supone que un gobierno investigue a la oposición. Investigación que significaría subvertir la esencia de la democracia: el control parlamentario del Gobierno y el papel de fiscalización de la oposición. No se quedó corto el líder de Esquerra Unida, Joan Ribó, al acusar al PP de querer criminalizar a la oposición y hablar de conducir a la cámara a terrenos inexplorados. Y es que, tal vez, el único precedente en la historia del parlamentarismo moderno de una medida de este calibre sea la organización, por el senador Joseph McCarthy, del Comité de Actividades Norteamericanas.

El segundo punto débil de Zaplana que surge estos días es su pasado. El PSPV-PSOE ha contestado al envite de Eduardo Zaplana recordando el llamado caso Naseiro sobre la financiación irregular del PP. Un asunto en el que Zaplana tuvo un papel secundario pero ciertamente no muy decoroso, que el actual presidente de la Generalitat ha tratado siempre que quedara sepultado en el olvido de los años y que ahora ve como se pone de nuevo sobre el tablero de la confrontación política.

Un tercer aspecto, que se pone de manifiesto, es su debilidad estratégica para aunar consensos y, por tanto, para protagonizar futuros proyectos. Todo el crédito institucional, 'de hombre de estado', que pudiera haber ganado Zaplana como impulsor del pacto lingüístico, se ha venido abajo en cuestión de horas. El anuncio de la insólita comisión investigadora ha supuesto un estallido de crispación política que amenaza con extenderse a otros ámbitos institucionales. Y así, descendiendo por esa peligrosa pendiente, Rita Barberá ha anunciado una querella contra el portavoz de Esquerra Unida, Antonio Montalbán, por poner en cuestión la limpieza de unas oposiciones. Más macartismo, por decirlo suave.

Con todo, el efecto más grave para Zaplana del ataque contra la oposición que ha protagonizado estos días es, precisamente, lo que su propia desmesura indica. Sorprende que en una situación de bonanza política para el PP, con un partido socialista todavía con muchas dificultades internas y, por el contrario, con unas encuestas abrumadoramente favorables para el Gobierno y su partido, Zaplana haya perdido la compostura. Sorprende que un político experimentado haya respondido de una manera tan frontal a los dos envites planteados por la oposición: por un lado, su relación con Gescartera a través de Jaime García Morey; y por otro, la denuncia parlamentaria y ante la fiscalía anticorrupción de los pagos efectuados, en paraísos fiscales, por la Generalitat al cantante Julio Iglesias. El resultado es que Zaplana le ha dejado claro a la oposición dónde le duele y la oposición se ha dicho, 'aquí hay tomate'.

Así las cosas, da la impresión de que también en la política valenciana vienen tiempos de ardor guerrero y ausencia de finezza. Menos mal que los que gobiernan son de centro.

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