El burofax
Confieso que no sabía qué era un burofax hasta que la semana pasada me llegó uno a casa.
Certificado y con acuse de recibo. Mi hija lo firmó, me llamó a la editorial donde trabajo desde hace 30 años y me leyó el contenido: estaba despedido. Entiendo que el despido por burofax es una nueva forma de terrorismo laboral, por cuanto, si todo despido por motivos económicos es siempre malo, la forma de realizarlo tan deshumanizada, impersonal y fría, haciendo que sea tu hija la que te comunique el despido en lugar del gerente o el jefe de personal, es añadir dolor innecesario a un hecho ya de por sí suficientemente doloroso: es premeditadamente cruel. Terrorismo fino.
Y como no puedo apelar a la 'justicia infinita', ni tan sólo a la 'duradera', sólo me queda acudir a la justicia ordinaria; a esta que, por mal de muchos, no llega ni a consuelo de tantos tontos con la dignidad humillada, la moral pisoteada, la familia hundida y el futuro hipotecado. Puro derecho al pataleo.
Espero que la sentencia, incluso si es favorable, no me la envíe el juez por burofax.
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