Bush responde a las dudas sobre su estrategia con un fuerte bombardeo
La estrategia bélica suscita críticas internas crecientes y agrieta la unidad en torno a Bush
Afganistán encajó ayer uno de los bombardeos más duros desde el inicio de la guerra. Los ataques se concentraron en las posiciones de los talibanes al norte de Kabul y en la propia capital del país, y duraron casi 12 horas en oleadas sucesivas. Fue otra jornada de martilleo sobre unas milicias atrincheradas y poco vulnerables desde el aire, dentro de una estrategia bélica que suscita críticas crecientes en Estados Unidos. La unidad en torno al presidente George W. Bush se agrieta. El malestar doméstico es ahora la preocupación fundamental en la Casa Blanca.
El malhumor de los parlamentarios ya es claramente perceptible. Uno de los senadores más prestigiosos del país, el republicano John McCain, ex piloto militar y ex prisionero en Vietnam, abrió el fuego con un artículo en The Wall Street Journal en el que se quejaba de que la guerra se estaba haciendo 'a medias'. 'No deberíamos combatir de forma gradual. Los talibanes y sus aliados terroristas son guerreros muy duros. Necesitan experimentar una muestra impresionante del poder bélico estadounidense si queremos que contemplen la posibilidad de rendirse', opinó McCain. Otro senador, el demócrata John Kerry, dijo que era necesario 'aumentar la temperatura' en el campo de batalla.
El público no tiene la impresión de llevar ventaja en la extraña guerra global iniciada
Alto margen de error
El general Tommy Franks, al mando de la campaña, apenas ha usado por el momento a las tropas de tierra (la única incursión se produjo la semana pasada) y mantiene una estrategia de bombardeos selectivos con altos márgenes de error. El hecho de que las fuerzas talibanes se mantengan plenamente operativas, y en cambio se haya bombardeado dos veces el campamento de la Cruz Roja en Kabul y se haya causado una cantidad no determinada de víctimas civiles, ha dañado la confianza de los estadounidenses en el general Franks.
La impresión de impotencia ofrecida el pasado viernes, cuando la infantería ligera asistió, más allá de la frontera afgana y sin moverse, a la captura y ejecución de Abdul Haq, un hombre muy importante en los planes de la Casa Blanca para el derrocamiento del régimen talibán, fue otro jarro de agua fría para la opinión pública de Estados Unidos.
El objetivo de Franks parece consistir en debilitar el frente talibán en la llanura de Shomali, donde las milicias religiosas permanecen atrincheradas a poca distancia de las posiciones de la Alianza del Norte. Al menos cinco oleadas de cazabombarderos atacaron ayer desde el alba la colina de Sia Ku, desde donde los talibanes mantienen inutilizable el aeropuerto de Bagram. El aeropuerto está en manos de los guerrilleros de la Alianza, pero sus pistas están expuestas al fuego de los talibanes.
Los cazabombarderos de Estados Unidos volaron siempre a gran altura, fuera del alcance de las defensas antiaéreas, y atacaron también Shukhi, a unos 20 kilómetros al sureste de Bagram, donde supuestamente se resguarda el grueso del Ejército talibán y de donde se cree que parten las unidades de refresco para mantener la posición de Sia Ku y algunas zonas del centro y la periferia de Kabul. El frente de Shomali ha sido el principal objetivo estadounidense todos los días de esta semana, con excepción del viernes.
Las noticias del frente afgano quedan empequeñecidas, dentro del menú informativo en Estados Unidos, por las novedades del 'frente doméstico', en expresión del propio presidente Bush. Ese 'frente doméstico' es cada vez más tumultuoso, porque el público percibe la desorientación de las autoridades en la gestión de la crisis del ántrax (carbunco) y no tiene la impresión de llevar ventaja en la extraña guerra global iniciada el pasado 11 de septiembre.
Si la dureza de las leyes antiterroristas alarma a los sectores más liberales, el programa de reactivación económica pergeñado por la Cámara de Representantes causa una inquietud más amplia: se trata básicamente de un regalo fiscal a las corporaciones más ricas, lo que evoca las iniciativas ultraconservadoras que caracterizaban a la Casa Blanca antes de los atentados contra Nueva York y Washington.
'El pueblo americano tendrá que ser paciente, como lo somos nosotros', declaró el viernes George W. Bush para responder a la inquietud general. Los grandes periódicos del país, como The New York Times, The Washington Post y Los Angeles Times, indicaban ayer en comentarios y editoriales que la paciencia se estaba agotando y que sobre el liderazgo de Bush volvía a dibujarse la sombra de una gran duda.
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