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Los JJ OO de invierno de Salt Lake invertirán 40.700 millones en seguridad

El presidente del COI confirma su celebración y dice que cuentan 'con el respaldo de todo el mundo deportivo'

El deporte también sufre los atentados terroristas del 11-S y se suceden las cancelaciones de torneos. La gran amenaza se cierne ahora sobre los Juegos Olímpicos de invierno, del 8 al 24 de febrero de 2002 en Salt Lake City (Utah, Estados Unidos). Algún miembro del COI duda de que se puedan organizar en un país en guerra, pero su nuevo presidente, Jacques Rogge, confirmó ayer su celebración. Las medidas de seguridad serán, eso sí, excepcionales. El presupuesto para ese capítulo es de 40.700 millones de pesetas, incluidos los 3.700 de ayuda extra aprobada esta semana por la Casa Blanca.

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El terrorismo ensombrece los Juegos Olímpicos de invierno, en febrero de 2002, el primer gran acontecimiento deportivo antes del Campeonato del Mundo de Corea y Japón, en junio. La casualidad ha querido que sean en Estados Unidos. Salt Lake City, la capital de Utah, parece empeñada en ser protagonista. Hace tres años lo fue como detonante del mayor escándalo de la historia olímpica: sobornos a miembros del COI. Era la gran favorita para organizarlos, tras perder ante la japonesa Nagano en el turno de 1998, pero cayó en el viejo carrusel de la corrupción. Ahora, tras un ejercicio extremo de autolimpieza, se le echa encima el peligro de algún atentado o incluso de la suspensión.

En efecto, ya han surgido voces, como la de Gerhard Heiberg, un miembro noruego del COI, que cuestionan la viabilidad de los Juegos en un país en guerra. Pero el nuevo presidente, el belga Jacques Rogge, investido con poderes especiales para tomar la decisión, es contundente: 'Se mantienen. Salt Lake cuenta con el respaldo de todo el mundo deportivo. Los dispositivos para la seguridad, claro, deberán ser mejorados, aunque nunca se podrá garantizar al ciento por ciento'. Suspender los Juegos en Estados Unidos, un país al que Rogge quiere dar mejor trato por su gran peso específico en el deporte y, sobre todo, por el económico de los derechos de televisión y los patrocinadores, sería lo último que desearía hacer Rogge.

François Carrard, su director general, matizó a Heiberg: 'Sólo si hay riesgos para los deportistas y los espectadores nos plantearemos una solución diferente'. El peligro, obvio, se refiere a las acciones terroristas, no a un boicoteo, ya que los países islámicos apenas participan en los Juegos invernales. Precisamente, Afganistán es el único país suspendido por el COI y que no tiene comité nacional. 'Hemos tenido contactos con el Gobierno de los talibanes', explicó Rogge, 'pero no comparten nuestros valores sobre el deporte'.

El comité organizador de Salt Lake está allanando el camino al COI. Su presidente, Mitt Romney, ha dado garantías tras conseguir del Gobierno federal que el presupuesto para la seguridad suba de 200 millones de dólares (37.000 millones de pesetas) a 220 (40.700). La Casa Blanca aprobó el martes, dentro de un paquete general de ayudas, el fondo extra de 20 millones (3.700).

Las medidas de control serán extremas, según anunció Romney tras reunirse con el director del FBI, Robert Mueller, mientras el gobernador de Utah, Mike Levitt, lo hacía con el mismísimo presidente, George Bush. Así, se pondrán en marcha los mayores dispositivos terrestres y se cerrará el espacio aéreo en la zona durante los Juegos. Aparte las determinaciones relativas a los ataques biológicos, como los del ántrax, miles de policías patrullarán y habrá cientos de cámaras de vigilancia y mil detectores de metales. También se prohibirá introducir mochilas, bolsas u otros objetos que pudieran contener explosivos o armas.

El recuerdo más cercano de un atentado olímpico se produjo precisamente en los anteriores Juegos albergados por Estados Unidos, los de verano de Atlanta 96. El colmo del desastre organizador se produjo la noche del 26 de julio, cuando 10.000 personas presenciaban un concierto en el Centennial Olympic, un parque habilitado para la diversión en el centro de la ciudad y sin grandes controles. Un vigilante descubrió un paquete sospechoso y avisó a la policía, que ya había recibido la advertencia de que una bomba iba a estallar. Pero en 20 minutos no se hizo nada ni se evacuó el lugar y la explosión mató a una mujer y causó 110 heridos. Los Juegos continuaron y para acallar el escándalo se detuvo, sin pruebas, a un ciudadano inocente que incluso sacó después un dinero de indemnización por los daños y perjuicios.

La cancelación del seguro del Mundial de fútbol por la compañía francesa Axa no afecta al COI, que nunca asegura los Juegos. Su base económica está en los derechos de televisión, que tiene vendidos hasta los Juegos de 2008 por más de un billón de pesetas. En caso de apuro, también podría echar mano de sus reservas, 185.000 millones.

El COI ni se planteó suscribir un seguro en los viejos tiempos, con las suspensiones de los Juegos de Berlín 16, por la Primera Guerra Mundial, y Tokio 40 y Londres 44 (verano) o Sapporo 40, y Cortina d'Ampezzo 44 (invierno) por la Segunda. Y no le ha compensado asegurarse de posibles daños pese a la movida hasta los años 90, que nunca afectó a las citas invernales por su menor repercusión.

El atentado más grave fue el de un comando palestino a la delegación israelí en Múnich 72. Y los boicoteos, los de Montreal 76: de los países africanos por no ser expulsada Nueva Zelanda, cuya selección de rugby jugó en la Suráfrica del apartheid; de Moscú 80: de Estados Unidos y sus aliados por la invasión soviética de Afganistán, y de Los Ángeles 84: contestación del bloque del Este.

El presidente del COI, Jacques Rogge, durante una visita a China en agosto pasado.
El presidente del COI, Jacques Rogge, durante una visita a China en agosto pasado.EPA

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