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EL FUTURO DEL PAÍS VASCO
Columna
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ETA, globalizada

Emilio Lamo de Espinosa

La opinión pública occidental, y muy especialmente la anglosajona, estaba habituada a contemplar el fenómeno del terrorismo vasco a través del filtro del irlandés. La comparación entre ETA y el IRA ha sido constante y así la expresión 'separatistas vascos' ha sido usual en la prensa inglesa y estadounidense. Cierto que no se hablaba de 'luchadores por la libertad', pero la mención al carácter 'terrorista' de ETA era marginada sistemáticamente. Por supuesto ese modo de aparecer le daba a ETA un plus notable de credibilidad internacional, que repercutía también en Europa y, sobre todo, en Latinoamérica

Hay que reconocer que el Gobierno del PP ha hecho una excelente labor, iniciada hace años con la generosa colaboración del PSOE, para darle un vuelco a la imagen del terrorismo vasco en Europa. Utilizando hábilmente las instituciones de la Unión se ha conseguido privar a ETA y su discurso de ese plus de credibilidad de que gozaba, y los apuros del PNV en Europa prueban que su comprensión hacia el terrorismo ya no era comprendida por sus socios políticos.

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Todo esto ocurría antes del 11 de septiembre, que le ha dado un vuelco a la actitud occidental hacia el terrorismo. Para empezar, y aunque Setien sigue manteniendo que hay excepciones al quinto mandamiento y matar no es siempre igualmente malo, la opinión pública mundial, sin duda bastante más cristiana que su prelado, ha aceptado la regla de oro de que los terrorismos no tienen adjetivos y todos ellos son formas de violencia inaceptables, sea cual fuere su motivación.

Además, y puesto que la guerra contra el terrorismo es la legitimidad de la actual intervención armada en Afganistán, Estados Unidos consiguió que las Naciones Unidas aprobaran el 29 de septiembre pasado una importantísima resolución, la 1373, aprobada por unanimidad por los 189 países invocando el capítulo 7 de la Carta, lo que le da carácter imperativo, y que obliga a todos los países a colaborar en la lucha contra el terrorismo. La resolución vino así a dar pleno respaldo a las reiteradas peticiones españolas a favor de una orden de detención europea y otras medidas de colaboración entre los países de la Unión. De este modo, al aislamiento en la opinión pública y en la legalidad internacional se suma el de la más efectiva legalidad europea.

Todo ello tiene mucho que ver, por supuesto, con la petición que Gerry Adams formuló al IRA para que éste entregara las armas, y con la posterior aceptación de su solicitud. La noticia es pues muy bienvenida, no sólo porque abre el camino para la paz en Irlanda sino porque puede también abrirlo en Euskadi. ETA es hoy el único grupo terrorista de Europa. Y lo es en el peor momento posible. La probabilidad de que ETA o cualquier grupo armado pueda conseguir sus objetivos por medios terroristas es hoy mucho menor que hace seis meses. La presión policial sobre ETA está dando frutos notables; su movilidad en Francia ha decrecido; el entramado financiero se complica; el aprovisionamiento y la logística pasan a ser problemas de enorme complejidad. Puede que el actual silencio de ETA responda a dificultades internas o puede que sea sólo un movimiento táctico a la espera de que el furor antiterrorista amaine, pero es indudable que la organización está pasando por serias dificultades.

A cuyo alivio acude solícito el talibán Arzalluz con la insólita sugerencia de celebrar un referéndum de autodeterminación si ETA no deja las armas, lo que es tanto como pedir el reparto de la riqueza si los ladrones no paran de robar. Propuesta vergonzante que trata después de corregir sugiriendo otro referéndum adicional, éste contra ETA, como si los vascos no estuvieran hartos de decir no a la violencia, un clamor que ha alcanzado a todo el mundo menos a este sujeto. Es hora de que no sólo Batasuna, sino el PNV todo, reconsidere su actitud hacia la violencia nacionalista. Pues puede que haya un contencioso político en Euskadi pero, hoy por hoy, ese contencioso se manifiesta sobre todo en la falta de libertades y, en definitiva, en la ausencia de democracia para la mitad de los vascos, esos que una y otra vez nos dicen que no se atreven a hablar de política en una sociedad supuestamente libre.

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