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Reportaje:

El Tramvia Blau del Tibidabo cumple un siglo

Dos exposiciones y una serie de actos conmemoran los 100 años del último de su especie en Barcelona

El Tramvia Blau y el funicular del Tibidabo llevan un siglo transportando viajeros como si nada hubiera cambiado entre la Barcelona de 1901 y la de hoy. Al presentar ayer los actos conmemorativos del centenario, que culminarán el próximo domingo, planeó en todo momento la memoria de un hombre, el doctor Salvador Andreu i Grau, que tuvo el empuje y la capacidad económica de embarcarse en un proyecto muy atrevido para su tiempo como impulsor de las instalaciones del Tibidabo. Una cadena humana en la que participarán los voluntarios olímpicos cubrirá todo el recorrido del Tramvia Blau, desde la plaza de J. F. Kennedy hasta la del Doctor Andreu, y sendas exposiciones recrearán los acontecimientos más importantes de la ciudad en los últimos 100 años y mostrarán la cara más lúdica de la ingeniería aplicada a los transportes.

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Aunque la afluencia de pasajeros dista mucho de ser la de aquellos domingos de los años cincuenta cuando sus vagones se llenaban a rebosar de familias barcelonesas que pasaban el día en la montaña de Collserola, los viejos tranvías continúan empleando 15 minutos en cubrir los 1.276 metros que separan la avenida del Tibidado, esquina con paseo de Sant Gervasi, hasta la plaza inferior del funicular.

Los actos conmemorativos del centenario los organizan conjuntamente Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, la Asociación de Amigos del Ferrocarril, el Museo de la Ciencia, el Colegio de Ingenieros Industriales de Barcelona y el Parque de Atracciones del Tibidabo. Tanto el consejero delegado de TMB, Emili Lopez Bailón, como el concejal del distrito, Carles Martí, se refirieron ayer al tranvía como uno de los puntos de referencia de los barceloneses que ilustra el dinamismo de la burguesía catalana de principios del siglo pasado.

Los cuatro primeros trenes que entraron en servicio eran de color verde. A raíz de un choque ocurrido en diciembre de 1942, la empresa propietaria decidió pintarlos de azul para mejorar su imagen. Con la llegada de los autobuses y el aumento del tráfico, los tranvías dejaron de circular por las calles y quedó como único superviviente el del Tibidabo. En su larga historia ha pasado por épocas boyantes, como cuando entró en funcionamiento el parque de atracciones, que atrajo a nuevos pasajeros, pero también conoció horas bajas al inaugurarse el funicular de Vallvidrera, que le restó buen número de usuarios. Únicamente dejó de funcionar dos años mientras duraron las obras de la Ronda de Dalt.

Los miembros de la Asociación de Amigos del Ferrocarril se mostraban ayer encantados de sumarse a la celebración. Jordi Ibáñez, uno de ellos desde 1966, no ocultaba la satisfacción que le produce a él y a sus compañeros el regreso del tranvía que surcará la Diagonal. Menos comprensivo se muestra con los que critican la vuelta de este medio de transporte a los que recrimina que no dediquen el mismo entusiasmo a criticar la construcción de nuevas autopistas. El alcalde de Barcelona, Joan Clos, participará el domingo en el recorrido institucional del centenario, durante el cual se descubrirá una placa conmemorativa en la plaza del Doctor Andreu.

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