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Columna
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El tiempo de las regiones

Como el añorado tiempo de cerezas del libro de Montserrat Roig, o el del valle del Jerte, o de Gallinera, llegó el tiempo de las regiones. Decía Pere Quart, en lo que era su exilio europeo en tierras de Francia, que de añoranza no se muere, sino que se vive. Y hasta hoy habrá habido que esperar, para ver una acción decidida en el tema de las regiones europeas. Y sin embargo éste es un tema fundamental para asegurar nuestra identidad cultural, y nuestro futuro económico.

Baviera, Cataluña, Escocia, Flandes, Renania-Westfalia, Salzburgo y Valonia, han firmado una declaración política en la cual se pide un mayor protagonismo institucional de las regiones, en el futuro de la Unión Europea. Futuro que pasa, contra lo que pudiera precisamente parecer, por dotar de contenido al papel de las regiones, y a sus relaciones, en el marco geopolítico de la UE ampliada.

La ampliación al este de UE no podrá suponer una repetición mimética de las anteriores ampliaciones de la Europa de los seis, Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo, a los nueve con Reino Unido, Irlanda y Dinamarca en 1973, diez con Grecia en 1981, doce con España y Portugal en 1986, hasta los quince actuales desde 1995.

El aparato de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, en Bruselas, Estrasburgo, y Luxemburgo, se verá afectado, y la consideración de los Estados miembro se resiente cada vez más, con cada nueva ampliación. Sin duda la mayor extensión geográfica, y la aparición de nuevos planteamientos territoriales, hará necesario llenar de contenido el papel de las regiones y arbitrar en atención a su número, y según la realidad cultural y económica coincidente, un nuevo marco de relaciones interregionales.

La implantación del euro, dentro de unos meses, tras la reciente aparición de esta moneda en estos días, será la primera noticia evidente, de que las cosas han cambiado. El cambio en la concepción de los Estados, que verán perder un símbolo notable de soberanía con la utilización de la moneda única, también. La relación entre las regiones, que resultará necesaria por razones operativas, otra más.

Regiones limítrofes, pertenecientes a una misma área cultural y económica, comenzarán a plantear estrategias comunes, sea en la euroregión atlántica, báltica o mediterránea. En el caso valenciano, la proximidad a las costas africanas del Magreb, de necesaria actuación solidaria, la herencia cultural de siglos de corona de Aragón, visible hoy en múltiples enclaves del Mediterráneo, como Cerdeña, Nápoles, o Sicilia, y nuestra ubicación en la parte norte occidental del mismo, aconsejan acciones comunes con otras regiones próximas como Aragón, Baleares, Cataluña, Languedoc, Provenza, Liguria, o Piamonte.

Ante la presidencia española del Consejo de la UE durante el primer semestre del año 2002, se deben articular de manera operativa acciones de colaboración interregional que refuercen el eje mediterráneo, otorguen el papel protagonista que corresponde a las regiones, y contemplen la complementariedad necesaria de las ciudades.

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