Provincias
Semana de celebraciones, de medallas y de compra de símbolos históricos andaluces. En la que ha pasado hemos conmemorado el vigésimo aniversario del Estatuto andaluz y por ello han sido premiados los ponentes del documento. También con ese motivo hemos asistido a un nuevo encuentro dialéctico entre PSOE y PP acerca del gobierno y la marcha de la autonomía. Uno de los aspectos de los que más insistentemente se nos viene hablando es el relativo a la articulación territorial. Casi todos los que han dicho algo en estos días sobre el asunto autonómico nos han hablado de las dificultades de cohesión de las provincias ante un proyecto político unitario como es el que sustenta el Estatuto. Sólo algún integrista de la clase política se permitiría hoy negar esta cuestión, escudándose en la odiosa comparación con el pasado. Sin embargo, en relación a la tarea de superar provincialismos y localismos no estamos mejor. Se habla de infraestructuras de cohesión pero, a la hora de la verdad, cada uno tira para su tierra. Harían falta políticas y medidas audaces y a largo plazo para superar estas trabas que frenan el desarrollo unitario de la comunidad.
Otros actos conmemorativos han tenido lugar, uno en cada provincia, presididos cada uno de ellos por un consejero del Gobierno andaluz. Si uno repasa la lista de actos y la presencia del respectivo consejero cae en la cuenta de que el propio Gobierno más que superar provincialismos los acentúa. A cada provincia ha ido el consejero oriundo de la misma: Carmen Calvo en Córdoba, Paulino Plata en Málaga, Saldaña en Huelva, Cándida Martínez en Granada, Hermosín en Sevilla, Perales en Cádiz. No me encajan Vallejo en Almería y Coves en Jaén, aunque se pueden permutar ambos. Y Zarrías sobre todo ellos, en Sevilla. El diseño es impecable, responde al modelo de Gobierno de Chaves de que las ocho provincias estén representadas en su gabinete, con cuotas de sexo y de tendencias internas. Ahora bien, a uno le queda la duda de si eso es realmente el modelo territorial unitario, equilibrado y moderno o más bien un sistema de poder anclado sobre fundamentos territoriales caducos.
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