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Columna
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Momento de pacificación

Desde una perspectiva formal, el 20 de octubre es al Estatuto de Autonomía para Andalucía lo que el 6 de diciembre es a la Constitución española. De la misma manera que los ciudadanos españoles ratificaron un 6 de diciembre la Constitución ejerciendo de esta manera su poder constituyente, los ciudadanos andaluces ratificaron un 20 de octubre el Estatuto de Autonomía, ejerciendo de esta manera su poder estatuyente.

Desde una perspectiva material, sin embargo, el equivalente del 6 de diciembre no es el 20 de octubre, sino el 28-F. De ahí que sea este día el que haya pasado a ser festivo en la comunidad como el 6 de diciembre lo es en el Estado. El 20 de octubre es un día más, al que estamos prestando atención este año porque es el vigésimo aniversario del Estatuto de Autonomía. Pero no le hemos prestado atención los diecinueve pasados y no se la volveremos a prestar el año próximo.

Está bien que sea así. Es decir, está bien que no le prestemos atención con carácter general y está bien que se la prestemos este año.

Está bien que no se la prestemos con carácter general, porque el 20 de octubre no supone ninguna singularidad de Andalucía en la historia constitucional de España. La manifestación de voluntad de los ciudadanos andaluces en el referéndum del 20 de octubre de 1981 estaba predeterminada por el proceso a través del cual se había conseguido llegar a la celebración del mismo. Fue a través de la manifestación del 4 de diciembre de 1977, del Pacto de Antequera del 4 de diciembre de 1978 y, sobre todo, a través del referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica del 28-F como se formó la voluntad autonómica del pueblo andaluz. Sin el 4 de diciembre de 1977 no se habría firmado el Pacto de Antequera. Sin el Pacto de Antequera no habría sido posible el ejercicio de la iniciativa autonómica por los municipios y diputaciones en los términos previstos en el artículo 151 de la Constitución. Y sin dicha iniciativa no hubiera sido convocado el referéndum de ratificación de la misma del 28-F. Cada una de estas fechas ha sido un momento decisivo en la formación de la voluntad autonómica del pueblo andaluz. De ahí que todos los años las recordemos, aunque únicamente el 28-F sea fiesta oficialmente. El 20 de octubre no puede ser comparado no ya al 28-F, sino ni siquiera con cualquiera de las otras dos fechas. Sustantivamente los andaluces nos autodeterminamos políticamente a través de esos tres momentos de 1977, 1978 y 1980 y no a través del 20 de octubre de 1981. La ratificación del Estatuto desde una perspectiva política fue un acto de trámite, aunque jurídicamente fuera imprescindible.

Me parece bien, sin embargo, que estemos celebrando este año el vigésimo aniversario del Estatuto. Y me parece bien, porque el vigésimo aniversario del Estatuto de Autonomía puede convertirse en un instrumento de pacificación, es decir, nos puede ayudar a reflexionar colectivamente sobre lo que ha sido la experiencia autonómica de una manera pacífica. Desgraciadamente, la actuación de la UCD en el referéndum del 28-F rompió el consenso que se había generado en torno a la autonomía andaluza y que se había expresado en la manifestación del 4 de diciembre de 1977 y en el Pacto de Antequera de 1978. Y lo rompió de una manera que todavía no se ha restablecido. Las fechas fundacionales de la autonomía andaluza son vividas como victorias por parte de algunos de los partidos políticos andaluces y como derrotas por parte de otros.

Nadie lo reconoce así de manera expresa. Todos los partidos cuando llega el 28-F dicen lo mismo: que esa fecha fue un gran triunfo del pueblo andaluz. Pero cada uno piensa esa fecha de una manera distinta cuando no antagónica respecto a como la piensan los demás. No es verdad que todos los partidos políticos celebren el 28-F de la misma manera y que vivan esa fecha como algo festivo.

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Y es urgente que se ponga fin a una situación como esa. Andalucía consiguió autodeterminarse políticamente con un protagonismo ciudadano sin igual en la historia autonómica de España. Lo que los ciudadanos andaluces hicimos en el referéndum del 28-F no se ha hecho en ninguna otra comunidad autónoma. No hay ninguna comunidad autónoma que tenga una legitimación democrática tan intensa como la que tiene Andalucía. Ni Cataluña ni el País Vasco ni ninguna. Ninguno de los referéndums que se celebraron durante la Segunda República, que fueron dados por buenos por la Constitución de 1978, es, ni de lejos, comparable al referéndum del 28-F.

Y sin embargo, en lugar de haber operado como un elemento de cohesión política, ese protagonismo democrático de la ciudadanía ha operado como un elemento de fragmentación. Sigue habiendo una actitud de resentimiento por parte de determinados partidos, que les impide aceptar lealmente el marco estatutario e insertarse definitivamente en el sistema político andaluz.

Esto es algo que los debilita a ellos en primer lugar, pero que nos debilita a todos a continuación. Un sistema político tiene que descansar en la aceptación incondicionada por todos los partidos políticos de unos principios comunes, que no pueden ser siquiera sometidos a discusión. Cuando esto no ocurre, el sistema se resiente y la vida política se degrada.

Después de veinte años de vigencia del Estatuto se debería poner fin a esa situación. La celebración de este vigésimo aniversario debería servirnos para ello. Hay circunstancias objetivas que justifican que Andalucía en su conjunto reflexione sobre cuál ha sido su lugar en el Estado de las Autonomías en estas dos primeras décadas de desarrollo constitucional y cuál puede ser su lugar en el futuro inmediato y en el no tan inmediato. Esa reflexión no tiene por qué exigir de entrada la reforma del Estatuto y, no debería, en consecuencia empezar a plantearse el debate desde esa perspectiva. Otra cosa es que el debate acabe conduciendo como resultado a la necesidad de la reforma. La operación política de definir la posición de Andalucía es previa a la operación jurídica de reforma. Lo primero es urgente. Lo segundo, no. Nadie debería perderlo de vista.

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