Toulouse, prisionera de su tragedia
Un mes después de la explosión, 10.000 personas viven en barracones
Hasta el 21 de septiembre, si se le preguntaba a cualquier francés dónde le gustaría vivir, la respuesta casi unánime era Toulouse. Tras la explosión de la fábrica de productos químicos AZF -30 muertos, miles de heridos, 25.000 viviendas dañadas, parcialmente cerrada la universidad, 7.000 personas en paro técnico, 300 empresas en graves dificultades, etcétera-, el encanto de esa capital del sur parece haberse evaporado.
'Temo que la situación se haga insostenible y los afectados se rebelen', afirma el alcalde
El aún flamante alcalde, el liberal-conservador Philippe Douste-Blazy, elegido la pasada primavera, heredero de una saga también conservadora, los Baudis, no oculta su pesimismo: 'Temo que la situación se haga insostenible y los afectados se rebelen'. Once mil viviendas inhabitables por los destrozos crean un problema irresoluble, pues harían falta unos 12.000 artesanos suplementarios en la ciudad -carpinteros, instaladores de gas, electricistas, pintores, cristaleros- para poder reparar los daños en el plazo de un año. 'Necesitamos incentivos fiscales para que las empresas vengan a instalarse a Toulouse', dice Douste-Blazy, después de cifrar el montante de lo destruido por la tremenda explosión de AZF entre 10.000 y 15.000 millones de francos (entre 250.000 y 375.000 millones de pesetas).
Nadie se acuerda hoy de que, durante la pasada campaña electoral, ningún candidato propuso alejar de la ciudad el polo químico, incluida AZF; no en vano, el Ayuntamiento ingresa del orden de 25.000 millones de pesetas anuales en concepto de tasas gracias a su existencia. Tampoco nadie ha recordado que las fábricas fueron construidas lejos de la ciudad, y es ésta la que se ha ido acercando, para vivir más cerca del lugar del trabajo, porque el suelo era barato, porque era urbanizable y porque estaba bien comunicado.
Los anteriores equipos municipales, Baudis padre e hijo, aprobaron, impulsaron o aceptaron los cambios; la oposición no les criticó. El presidente Jacques Chirac, que ya sorprendió a la opinión pública en el último G-7 de Génova, cuando, al mismo tiempo que se reunía con Bush, decía comprender a los manifestantes antimundialistas, no ha dejado pasar la oportunidad de Toulouse para decir que 'es evidente y lógica' la imperiosa necesidad de desplazar el parque químico de la ciudad. Y mira hacia el Gobierno, conminándole a actuar. Lionel Jospin no sabe qué hacer, puesto que si por un lado parece razonable obligar a almacenar las toneladas de amonitrato lejos de las zonas urbanizadas, por otro sabe que la situación es mucho más peligrosa en otros lugares, en especial en Lyón, una ciudad a la que se accede por una autopista pespunteada de refinerías, el famoso 'corredor de la química'.
Cuando se cumple un mes de la tragedia, la gente se pregunta por qué no se explican las causas de la explosión, una vez que los investigadores han descartado la hipótesis del atentado. Todavía 30.000 viven en apartamentos en ruinas, y 10.000, en barracones metálicos, y el invierno se aproxima. La ciudad se ha quedado sin sanatorio psiquiátrico, sin local donde recibir a los grandes grupos rockeros, sin polideportivo y con un estadio averiado. 'La culpa es de TotalFina [la empresa que controlaba la planta que explotó]', dicen los partidarios de la simplificación. La Cámara de Comercio, sin alzar la voz, se ha atrevido a sugerir: 'Echar la culpa de todo a los empresarios, después de 30 años de complicidades de todo tipo que convenían a todos, no es justo'.
Como las desgracias nunca llegan solas, el sector aeronáutico tampoco levanta cabeza desde que Bin Laden y los suyos decidieron secuestrar aviones y utilizarlos como misiles. Y Toulouse es la capital europea de la aeronáutica, el principal centro constructor de Airbus. De pronto, de ser la ciudad del futuro, la aglomeración que reunía más talento tecnológico por metro cuadrado del Viejo Continente, con pistas de esquí cerca, playas a menos de dos horas de coche y con un urbanismo que recuerda el de las más bellas ciudades italianas, se diría que Toulouse es actualmente un segundo Grozny, un paisaje que recuerda a Beirut tras los bombardeos.
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