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Hamás, objetivo permanente

Iyad al Akhrass, de 28 años, dirigente del movimiento integrista Hamás en el campo de refugiados de Rafah, en la franja de Gaza, murió ayer por la explosión de un artefacto, al parecer activado por soldados israelíes disfrazados de árabes.

Este asesinato amenaza con desestabilizar la zona de Rafah, fronteriza con Egipto, donde se amontonan más de 83.000 refugiados -el 80% de la población- y donde a diario se registran incidentes entre la guerrilla palestina y el Ejército israelí encargado de vigilar la línea fronteriza. La Autoridad Palestina había enviado en las últimas horas más de 400 policías a la zona, en un desesperado intento por establecer el orden.

Pero la situación puede también crisparse en el resto de los territorios de Cisjordania y Gaza. Éste es el tercer asesinato selectivo de dirigentes de Hamás perpetrado por Israel en los últimos tres días. El primero supuso la muerte de un dirigente militar de la organización en Kalkilia (Cisjordania), al que siguió la de un responsable de la red de presos en Nablús.

Los asesinatos reiterados de líderes de Hamás está desbordando la paciencia del movimiento integrista, punta de lanza de la Intifada, que se ha manifestado dispuesto a hacer saltar por los aires el proceso de paz que Estados Unidos y la Unión Europea intentan reactivar. Abdelaziz Rantisi, máximo responsable del aparato político de Hamás, anunció ya el pasado domingo su intención de lanzar una ofensiva contra las tropas israelíes en todos los frentes, aunque ello signifique desobedecer las órdenes de alto el fuego impartidas por el presidente Yasir Arafat.

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